26 de julio de 2010

0122- PAPA BENEDICTO III O "LA PAPISA JUANA".

Suponiendo que la Papisa Juana no fuera el papa Juan VII (872-882), pudo serlo Benedicto III, que ejerció su pontificado durante poco más de dos años. (855-857). 
Otros historiadores dicen que no fue uno ni otro, ya que ambos figuran en la Lista oficial de los Pontífices de Roma, mientras que la Papisa, debido a su sexo y a lo irreverente del caso, fue eliminada de esta relación.
La supuesta Juana nació el 822 en Ingelheim am Rhein y era hija de un monje.
Su padre, llamado Gerbert, era predicador y la pequeña Juana creció rodeada del ambiente religioso. Como el estudio estaba vetado a las mujeres, intentando seguir los pasos de un amante estudiante, se hizo pasar por varón e ingresó en la carrera eclesiástica con el nombre de Johannes Anglicus (Juan el Inglés).
Después de algunos años, Juana se trasladó a Roma (848) para ocupar un puesto docente, siempre disimulando su verdadera identidad, llegando a ser recibida por la Curia. Su reputación de erudita le valió el nombramiento de secretaria para asuntos internacionales del Papa León IV y posteriormente el de cardenal.

En aquella época la elección de pontífice todavía se hacía a través de las votaciones de todos los fieles de la ciudad y determinadas por las corruptelas de las grandes familias romanas. 
Tras la muerte del Papa, en 855, la alta opinión que de ella se tenía en Roma la hicieron valedora para ser electa y posteriormente elegida como sucesora con el nombre de Benedicto III.
Después de año y medio de papado Juana, aventurera al fin y al cabo, se enamoró del oficial Lamberto de Sajonia y unos meses después vio horrorizada que había quedado embarazada. 
Los hábitos y las largas vestiduras, así como lo inimaginable de la situación, hizo que el hecho pasara desapercibido.
Naturalmente hubiera podido dar a luz en secreto y ocultar a la criatura sin que el hecho trascendiera, pero la suerte no le acompañó y durante su presidencia en una de las habituales procesiones, empezó a sufrir contracciones. 
Intentó sobreponerse y evitar la catástrofe, pero sin poder evitarlo dio a luz en plena calle en el portal de una calleja contigua.
La primera reacción de la muchedumbre fue de sorpresa y después de cólera. 
Unos lo vieron como una manifestación diabólica, otros como profanación repugnante. Antes de poder evitarlo, la muchedumbre se abalanzó sobre ella y la despedazó. 
Según Martín el Polaco murió a consecuencia del parto, pero otros muchos cuentan que fue lapidada allí mismo por el gentío enfurecido.
Fue Papa durante dos años, siete meses y cuatro días.
Según la leyenda, durante algunos años, la suplantación de Juana obligó a la Iglesia a realizar un ritual de verificación de virilidad, previo al nombramiento de papa. 
Dado el obligado recato, un eclesiástico estaba encargado de examinar manualmente los atributos sexuales, a través de una silla perforada y si todo estaba correcto debía exclamar: Duos habet et bene pendentes. (Tiene dos y cuelgan bien).
En cuanto a las obligadas procesiones entre el Vaticano y Letrán, se evitaba el paso entre el Coliseo y la iglesia de San Clemente por ser allí, en una estrecha calleja, el lugar del parto de Benedicto III.
Aunque tiene el trato de leyenda, fue dada por cierta por la propia Iglesia hasta el siglo XVI. 
Ninguna crónica contemporánea acredita la historia y la lista de papas oficiales no deja resquicio donde insertar el pontificado de Juana por lo que, o bien la Iglesia borró perfectamente su paso por San Pedro (lo más probable) o se trata de una simple leyenda. 

Entre la muerte de León IV (17 de Julio de 855) y la elección de Benedicto III (29 Septiembre 855) transcurrió muy poco tiempo y está confirmado por monedas y documentos de la época por lo que, o no existió o fue Benedicto III.
El mito quizás fue ideado a partir del sobrenombre que posteriormente también recayó sobre Juan VIII pero lo que asegura el éxito es la Crónica de los pontífices romanos y de los emperadores, un relato de Martín el Polaco escrito en 1.280.
Cada cual aportó sus conclusiones pero, durante el Gran Cisma de Occidente la historia de "la papisa Juana", para las dos facciones, dejó abierta una puerta a la necesidad legal de una posible destitución papal.
Los luteranos y la polemista Jan Hus también recogieron el hecho, viendo en Juana a la prostituta de Babilonia que se cita en el Apocalipsis:
"Las aguas que has visto,
donde se sienta la ramera,
son pueblos, muchedumbres,
naciones y lenguas.
Y los diez cuernos que viste y la bestia,
aborrecerán a la ramera,
la dejarán desolada y desnuda,
devorarán sus carnes y la quemarán con fuego.
Dios ha puesto en sus corazones
el ejecutar lo que él quiso:
ponerse de acuerdo y dar su reino a la bestia;
hasta que se hayan cumplido las palabras de Dios.
Y la mujer que has visto es la gran ciudad,
que reina sobre los reyes de la tierra".

Ahora, como en tantas cosas de la vida, que cada cual saque sus propias conclusiones...

RAFAEL FABREGAT

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