14 de abril de 2011

0333- FENOMENOS SISMICOS, UN PELIGRO PERMANENTE.

Prácticamente no hay día en que no haya algún movimiento sísmico en determinado lugar del planeta. Es lo lógico, lo natural. No podemos olvidar que la mayor parte de la esfera terrestre es una bola de magma, con un núcleo central de hierro fundido, y sobre cuya corteza fría y solidificada habitamos la humanidad y todos los seres de la tierra. Los fenómenos naturales, ya lo dice la palabra, es lo natural. Lo realmente extraño e inviable sería que, en un planeta vivo como el nuestro, todo se paralizara. Lo bueno y lo malo del planeta Tierra, ha servido y sirve para facilitarnos la vida a todo los seres, animales y vegetales, que la poblamos. Naturalmente, fenómenos como los terremotos y los maremotos, que provocan los temidos tsunamis, han existido siempre. Lo que no existía unas décadas atrás es la rápida e intensa información que actualmente tenemos al instante de lo que ocurre en cualquier parte del mundo. 

Como he dicho anteriormente, la Tierra está formada por diferentes capas y es la más superficial, la corteza terrestre (Litosfera) la que nos da la vida y que, para un más fácil entendimiento, diremos que flota a la deriva sobre esa inmensa bola de magma (Astenosfera) que es el interior del planeta.
Con un grosor entre 7 y 70 Km., la corteza, aunque parezca una sola pieza no lo es. Más bien se diría que es una especie de puzle, con diferentes piezas, juntas pero no unidas entre sí. Es por ello que, de vez en cuando, las mismas corrientes que el magma tiene hace que choquen unas con otras, provocando incluso que unas se suban encima de las otras. Como es fácil de imaginar, esto provoca un gran movimiento superficial de dichas placas e incluso el agrietamiento de ambas. Cuando esto ocurre sobre tierra firme se denomina terremoto y maremoto cuando lo hace en las profundidades marinas. Este movimiento en el fondo marino provoca el desplazamiento de gran cantidad de agua y las consiguientes olas gigantes llamadas Tsunamis, cuya devastación dependerá de la llanura de la costa afectada y de la población que haya asentada en la misma. 

Cuando dos placas colisionan, lo más habitual es que la pieza más fuerte empuje a la débil hacia arriba, elevándola. Todo este movimiento natural del planeta es una especie de acomodación natural de las diferentes fuerzas que lo componen. Cuando más cerca de la superficie se produce el terremoto, mayor intensidad del desastre, dependiendo también del grosor de la corteza en ese punto concreto.
No tienen pues nada de particular y el único problema es la cabezonería de la raza humana en instalarse allí donde mejor se le acomoda, sin pensar en la problemática de la zona en sí. En la foto de la derecha vemos la isla de Japón y los puntos de terremotos habidos en los últimos tiempos. ¿Es ese un punto adecuado para instalar centrales nucleares?. En la superficie terrestre hay espacio suficiente para acomodar a todas las especies del planeta y las actividades peligrosas, en zonas seguras y sin riesgo alguno de seísmos. 

Lo inverosímil es que grandes masas se acomoden en zonas peligrosísimas, especialmente desde que se conoce que son puntos de gran peligro sísmico. Pero así somos los humanos... y a sabiendas de que más pronto o más tarde se repetirán estos fenómenos somos cabezotas e inamovibles.

En tiempos antiguos los terremotos (ya documentados desde el 3.000 a.C.) se creía que se trataban de castigos divinos. A la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, los Aztecas, todavía creían que la vida se extinguía periódicamente con fenómenos de este tipo, por lo que denominaban Sol a cada una de las etapas. Siendo la de entonces "el quinto Sol", pretendían retrasar el final de la misma con el chalchiuatl, ofrenda consistente en darle a dios las aguas (sangre) del sacrificio. Actualmente los fenómenos sísmicos están perfectamente estudiados y señaladas con toda exactitud las zonas más propensas a sufrirlos. 

Por lo tanto, aunque no se pueden evitar, si que pueden hacerse programas que minimicen sus efectos, así como evitar grandes asentamientos en lugares y construcciones no adecuadas. 
Sin embargo grandes intereses impiden que esta realidad se lleva a la práctica y el mayor ejemplo lo tenemos actualmente en Japón, ultimo desastre (2011) de nuestros días.
Sismos históricos ocasionaron la destrucción del Coloso de Rodas, en el año 225 o el Faro de Alejandría, en el 800, aunque no vamos a describir aquí el coste de vidas humanas. En América tenemos los Terremotos de Lima destruída en seis ocasiones y los de Chile, México; el de San Francisco (1.906) y un largo etcétera. El último y uno de los mayores terremotos sucedidos ha sido en Japón (11 Marzo 2011) de intensidad 9.0 Mw. Duró dos minutos y provocó un Tsunami con olas de hasta 10 m. que provocaron la muerte o desaparición de unas 30.000 personas y un desastre nuclear sin precedentes al afectar a varias centrales nucleares. A fecha de hoy los escapes radiactivos aún no han sido controlados y sin duda alguna serán todavía muchos los costes, económicos y humanos a sumar a la devastación inicial. Japón ha hecho caso omiso a esta peligrosidad sísmica instalando centrales nucleares que ponen en riesgo a toda la humanidad. 

Creo que no estaría de más que el resto de países del planeta obligaran a Japón a implantar otros modelos energéticos menos peligrosos.
El peligro sísmico es un fenómeno natural, relativamente frecuente y grave. Pero fenómenos, más graves aún, son los provocados por el hombre, como la subducción peruana de 1.960 y el sismo de Chimbote de 1.970, generados por la explosiones nucleares francesas, llevadas a cabo en el atolón de Muroroa. Nada menos que 193 ensayos nucleares en 30 años, de las que 178 fueron explosiones y 15 ensayos de seguridad. De las primeras, 41 detonadas en la atmósfera (1966-74) y 137 subterráneas (1975-96). Considero innecesario escribir el lugar exacto donde hubiera puesto yo las citadas bombas, pero pueden imaginarse que sería dentro de una prenda del promotor, de dos perneras y detrás de unos botones o cremallera...

RAFAEL FABREGAT

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