10 de septiembre de 2011

0485- LA HIGIENE EN EPOCA MEDIEVAL.

Tras la caída del Imperio Romano, se abandonaron las termas y decayó también el uso del baño y de la higiene en general. Especialmente en Europa, la falta de limpieza personal fue en aumento y en los primeros tiempos de la Edad Media el olor de personas, casas y ciudades era totalmente apestoso aunque, por ser general, a nadie molestaba. Tal era la situación, que el fétido olor de las ciudades fue caldo de cultivo de enfermedades y epidemias que costaron en Europa millones de vidas. Era general en otras partes del mundo la fama de los europeos por su suciedad y olor apestoso.

Tanto era el hedor de la gente, incluso la palaciega, que se impuso una frase que decía: "Hueles a francés". 
Esta problemática no existía dentro de los países de cultura árabe puesto que, al darse cuenta Mahoma del peligro que la suciedad llevaba consigo, instauró la limpieza dentro de la religión al objeto de conseguir una aplicación eficaz y continuada. También nos trajeron a España la costumbre de ir a los baños públicos y muchas modernidades que en Europa todavía ni siquiera los nobles disfrutaban.

Otra cosa natural que se había abandonado en pueblos y ciudades, era hacer las necesidades en las afueras, al aire libre, forma más sana de evitar olores y enfermedades. 
Pero ni siquiera en fondas y hostales había sitio alguno para hacer las necesidades y todos se aliviaban en patios y corrales aumentando la fetidez del ambiente.
Ocupada por los moros desde el 711 hasta el 1.609, España escapó en parte de semejantes tufos y malolientes aromas personales y callejeros aunque, la verdad sea dicha, la limpieza general era bastante más escasa de lo que hubiera sido deseable. En fin, era lo que había en aquellos tiempos... 
Solo el lavado de cara y manos era general y diario, pero las partes nobles quedaban para el aseo dominical u ocasiones muy especiales. Sin agua corriente ni canalización de aguas sucias, no puede decirse que en las casas humildes el ambiente fuera excelente pero, aún así, parece ser que en la Europa del medievo la cosa era bastante peor.
No sería hasta bien entrado el segundo milenio cuando despertó el interés por la higiene personal, primeramente en la burguesía y posteriormente en el pueblo llano. 


Sin embargo, contrariamente a lo que sucedió con los musulmanes, no fue la Iglesia cristiana quien favoreció la limpieza de las gentes sino que más bien la tachó de lujo innecesario y pecaminoso, condenándola sin paliativos. De todas formas, poco a poco las cosas fueron cambiando y en los siglos XII y XIII en las grandes ciudades los baños públicos fueron multiplicándose con rapidez y pronto formaron sus propios gremios. Su uso se convirtió en el siglo XV en lugar de reunión de amigos y comerciantes, donde se intercambiaba información y también se cerraban algunos negocios. 

A pesar de tan buenos augurios aquello no duró demasiado y las grandes epidemias medievales dieron al traste con tan sana costumbre ya que alguien pensó que esos lugares favorecían la proliferación y contagio de las enfermedades. La actividad de los baños públicos empezó a decaer de tal modo que unas décadas después desaparecerían casi por completo, no renaciendo hasta el siglo XIX con el sistema de duchas. Por extraño que nos parezca, lo que pareció florecer fue el uso higiénico de los orines. Una costumbre que en España nos venía ya del tiempo de los Iberos. Por su alto contenido en amoniaco, la orina era recogida en las calles mediante recipientes colocados al efecto y se utilizaba de forma industrial en las lavanderías para blanquear el lino y la lana de las ropas de los más pudientes. 

Incluso se empleaba la propia orina para la higiene bucal y como óptima manera de contener la piorrea.
También los romanos a su llegada a Hispania adoptaron su uso, aunque ellos le unieron colorantes y piedra pómez en polvo para hacer su uso más efectivo y agradable.
De todas formas, tan "sana" costumbre no trascendió más allá de los Pirineos. 
A pesar de los éxitos que tal práctica cosechaba en aquellos tiempos, el licenciado Martínez ya escribió en el siglo XVI que ..."Servirse de la orina para la limpieza de los dientes, es cosa de españoles..." 
Vamos, que nos tachó de cochinos. Algo merecido, sin duda...

RAFAEL FABREGAT

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