8 de octubre de 2011

0510- HISTORIAS PARA SÍ DORMIR.

La historia, incluso en momentos trágicos de guerra o de dificultades de toda índole, está repleta de anécdotas graciosas que alivian si cabe esos instantes difíciles por los que gran parte de la humanidad ha pasado.
También en momentos de desgracia, se producen acontecimientos que provocan al menos una benefactora sonrisa. 
Tales hechos, sirven para provocar ese instante de alivio y esperanza, que tanto se agradece en los malos momentos.
Todos los relatos aquí citados son verídicos...






HAY DIAS QUE MEJOR NO LEVANTARSE.

En 1.942 el oficial piloto de la Armada Imperial japonesa Nobuo Fujita, protagonizó el único bombardeo llevado a cabo con bombas incendiarias en la costa nororiental de los Estados Unidos, a fin de distraer los recursos militares norteamericanos del escenario de guerra del Pacífico. La idea fue del propio Fujita. El objetivo de distracción era provocar incendios masivos en los bosques de Oregón y a tal efecto su avión fue cargado con dos bombas incendiarias de 340 libras cada una.
A las 6 de la mañana del día 9 de Septiembre de 1.942 el hidroavión "Glen", pilotado por Fujita y el suboficial Shoji Okuda, se divisó en el horizonte norteamericano. Poco después Fujita dejó caer las dos bombas, en el Bosque Nacional Siskiyou, concretamente en Monte Emily (Oregón). La noche anterior había llovido considerablemente y solo se quemaron siete pinos... Cuatro empleados del Servicio Forestal y unas mochilas de pulverizar fueron suficientes para apagar el pequeño fuego de apenas 200 m2.
No se desanimó Fukita y el día 29 del mismo mes realizó otro vuelo con la misma carga y objetivo. El día amaneció con una intensa niebla pero Fujita se orientó gracias al Faro de Cabo Blanco y voló hacia el Este durante 90 minutos y dejó caer las bombas, declarando a sus mandos haber visto las llamas. El bombardeo pasó inadvertido a los norteamericanos, que no saben siquiera ni donde cayeron las bombas. No hubo más ataques.
El año 1.962 Fujita viajó a EE.UU. invitado por el pueblo de Brokings que aquel lejano día le vio pasar cargado con las bombas. Fujita les regaló su espada de Samurai, hoy expuesta en el Ayuntamiento de la localidad...


HAY QUE FIJARSE MAS.

Jasper Maskelyane nació en 1.902 en Inglaterra. Ya su abuelo fue ilusionista y tras él toda la familia siguió el oficio. En la II Guerra Mundial fue destinado al Regimiento de Ingenieros y más concretamente a la unidad de camuflaje. Habiendo conseguido que desapareciera un nido de ametralladoras sus superiores, convencidos de su valía, le mandaron al norte de África en apoyo del 8º ejército. A su llegada pidió un equipo de cinco hombres y se puso al trabajo.
El 22 de Junio de 1.941 protegió el puerto de Alejandría de un bombardeo nocturno, mediante luces y explosiones que hicieron creer a los alemanes que estaban bombardeándolo, cuando en realidad las bombas estaban cayendo en Maryut Bay. La noche siguiente los alemanes fueron nuevamente engañados con el mismo truco. Sin embargo el éxito más sonado de este ilusionista-soldado se llevó a cabo en el Canal de Suez. Con el objeto de proteger el importante tráfico naval a través del mismo, montó una serie de luces y espejos estreboscópicos que desorientaba completamente a los pilotos de la Luftwaffe. Para probar el invento el mismo Jasper se subió a uno de los cazas ingleses. El piloto se cegó y solo fue capaz de maniobrar cuando estaba a 300 metros del suelo, salvando ambos la vida de puro milagro. Terminó la guerra con el grado de coronel y siguió dedicándose al mundo del espectáculo.

CUESTION DE SUERTE.
Durante la campaña de Italia (1.944) las lanchas torpederas británicas hacían su labor de escolta a las tropas que, bordeando el Adriático, se dirigían hacia el norte. Las MTB controlaban el trayecto desde su base en la isla de Vis (Yugoeslavia) y por las noches atacaban las defensas y las unidades costeras del eje. Cierta noche y a la vuelta de una de aquellas misiones ofensivas, al capitán de una de aquellas lanchas le pareció divisar una lancha enemiga. Mandó a la tripulación que se mantuvieran alerta ante cualquier maniobra del posible enemigo. Toda la noche expectantes, vieron a la mañana siguiente que se trataba de otra MTB británica, respirando aliviados. El capitán, ya relajado, les mandó el siguiente mensaje:
- Habéis tenido suerte amigos, os hemos estado apuntando toda la noche.
La respuesta no se hizo esperar...
- Suerte la vuestra. Os lanzamos dos torpedos y no dimos en el blanco.

EL CURA CATALÁN.

Durante la Guerra Civil Española, para salvar la vida, un sacerdote catalán se escondió en la masía de una finca remota, rodeada de altas montañas. Al acabar la contienda regresó a su ministerio en el pueblo abandonado tres años atrás y en su primera misa inicia el sermón:
- Queridísimos hermanos, mirad a dónde nos ha conducido vuestra mala cabeza...
Miles de vecinos vuestros, muertos en el frente o asesinados.
La tierra abandonada y los campos sin arar.
Todos los animales, muertos o robados por el enemigo.
La despensa vacía y ni siquiera pan para alimentarnos.
La Iglesia completamente destrozada y yo, yo...
¡Yo hablando en castellano!.



LA BENDITA INOCENCIA.
En una noche cerrada, durante la Guerra Civil Española, un oficial de las fuerzas franquistas manda al sargento que haga una descubierta con media docena de sus hombres, por un frente de líneas sin delimitar. Durante la patrulla descubren a un miliciano de la CNT...
- ¡Alto!. Tu vienes a pasarte a nuestro bando, ¿verdad? -le dice el sargento al soldado enemigo ofreciéndole una salida airosa que le salve la vida.
- No, no. Yo... es que me he perdido. -responde el miliciano cagado de miedo.
- Coño -espeta el sargento- ¡Que somos nacionales...!
- Ya lo veo, ya, pero es que me he perdido, lo juro. -acierta a decir el miliciano.
- Bueno, ya que estás aquí, ¿no te quieres pasar? -última oportunidad del sargento.
- No, no... pero gracias. -responde el de la CNT cariacontecido.
El sargento, sabiendo que lo fusilarían, le dice que se vuelva por donde ha venido.
- Cojones, este tío es imbécil o es más valiente que Napoleón y claro... ¿Quién soy yo para detener a Napoleón?. ¡Y lo dejó marchar...!

RAFAEL FABREGAT

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