6 de noviembre de 2011

0535- ¡TONTERIAS, LAS JUSTAS!.

REEDICIÓN.
Todos no somos iguales... ¡Qué va, qué va!. 
Cada vez que alguien me cuenta un chiste, siempre pienso lo mismo: 
¡Qué burros somos la gente normal!. Hay personas que le sacan punta a cualquier cosa y de ello hacen un chiste, una crítica, o lo que les viene en gana. Pero claro, eso son cuatro gatos, porque los demás nos dan un clavo y un martillo y no sabemos qué hacer con ellos. 
Al cabo de una hora, cuando ya se ha pasado el arroz, se enciende la bombilla y nos disponemos a clavarlo. El clavo, digo. ¡Tarde, muy tarde!. Ahora ya no tiene sentido alguno. 
En fin, ¿qué le vamos a hacer?. Cada uno llega a donde puede y cuando puede. Algunos ni eso, por la sencilla razón de que no llegan. Ni pronto ni tarde. ¡No llegan!.

Desde hace unos meses, mi hija Ana está con un chico muy majo que toca el bombardino en la banda municipal de Castellón. Dicen que es un instrumento difícil, pero ¡Bah, todo tonterías!. Lo difícil es saberlo tocar bien pero, si sabes, ya no es difícil...
Esto del saber tiene su miga, porque saber, saber... ¡todos sabemos!. El problema es saber lo que necesitas saber. 
Puede ocurrir que sepas muchas cosas y sin embargo no sepas lo que necesitas saber. Como también puede suceder, que lo que sepas no lo sepas correctamente, en cuyo caso es como si no supieras...

Cuanto más sabes, más cuenta te das de que no sabes nada. Sin duda alguna, lo más interesante es saber lo que debas saber y (además) saberlo bien.
Einstein decía que ignorantes somos todos, lo que pasa es que no todos ignoramos las mismas cosas...
Además, algunas cosas es preferible ignorarlas. Para ser feliz, en el amor y en la amistad, muchas cosas es mejor no saberlas. El que sabe mucho se da cuenta que le falta amor y no le sobran los amigos. Por eso me gusta tanto la naturaleza, porque jamás me ha defraudado. Personalmente siempre he sido de la opinión de que no hay que tener lástima de aquellas personas que, ya de nacimiento o por enfermedad, han quedado mentalmente taradas. Ellos son más felices que el resto de los mortales, los desgraciados son la gente de su entorno más cercano; esos son los que deben darnos lástima.

Hay quien dice que "la edad del pavo" es a los 12 años, otros dicen que es a los 14, otros que a los 16, 18... Pero, ¡ninguna de esas cifras es correcta!. Para la edad del pavo no hay una edad determinada, porque a cada sujeto le llega a una edad diferente, e incluso hay gente a la que no le llega nunca. 
Cuando a una persona la ves permanentemente de mal humor, con falta de sueño, con un apetito insaciable, con acné, o que no sale nunca del baño, es que está en la edad del pavo. Como si de un volcán se tratara, este trastorno de la personalidad se produce (atención): "Cuando la potencia interior supera la posibilidad de consumo de esa misma potencia" (?), motivo por el cual el fenómeno solía producirse -ahora ya no tanto- en la adolescencia. Ese y no otro es el motivo de que, a esa etapa se la llame la edad del pavo, aunque actualmente ya no hay tanto acné, ¿no sé por qué será...? O si lo sé pero me lo callo.

En Cabanes hay gente ya muy mayor, a la que la edad del pavo les llegó ¡cuando vendieron sus fincas a Marina d'Or...! 
En este caso, muy diferente al que ocurre en la adolescencia, sucede... "Cuando la potencia interior (dinero), supera a la exterior (consumo)". 
A esto se le llama "la necedad de los nuevos ricos". 
En fin, nunca es tarde si la dicha es buena, pero atención al refranero español:
"Nunca pidas a quién pidió, ni sirvas a quien sirvió..."

Por cierto, hablando de potencia, el matrimonio de la foto habían visto siendo jóvenes la actuación de Manolito el Coloso que, entre otras cosas, rompía nueces con el pito. Con el del sereno no, con el suyo. 
El mes pasado, al cumplir sus bodas de oro, sus hijos les regalaron un crucero por el Mediterráneo. 
Ya en el barco vieron que, tras la cena, se anunciaba el mismo espectáculo. 
Curiosos fueron a verlo, pensando que no se trataría de la misma persona puesto que habían pasado más de 50 años, pero allí estaba.
Viejo, encorvado y decrépito Manolito, con casi 90 años, pone un coco sobre la mesa y ¡zas! lo rompe de un solo golpe (de pito, quiero decir) y después otro y otro... 
Tras la actuación el viejo matrimonio va a verlo al camerino y le cuentan que habían visto su actuación 50 años atrás, rompiendo nueces, a lo que Manolito con voz cascada responde:
- ¡Ay amigos, los años no pasan en balde, las nueces ya no las veo...!

RAFAEL FABREGAT

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