23 de enero de 2012

0592- LAS CURIOSIDADES DE CANTERBURY.

San Gregorio. (Goya)

Aparte del obligado paseo por las calles medievales de Canterbury, su Catedral es sin duda el mayor atractivo de esta ciudad, situada al sur de Inglaterra. 
Muchos adjetivos pueden darse a este magnífico monumento, principal templo de la iglesia anglicana. 
Su soberbia estampa gótica eclipsa a todas cuantas existen en un país que no es pobre en catedrales.
La historia nos dice que su origen se remonta a la llegada de San Agustín, enviado en el año 597 por el papa Gregorio I para la conversión de los anglo-sajones al cristianismo. 
El entonces sexagésimo cuarto papa de la Iglesia Católica, que posteriormente alcanzaría la dignidad de Santo, fue el primer monje en alcanzar la divinidad pontificia. 
Biznieto del papa Félix III, nieto del también papa Félix IV, sobrino de dos monjas y oficialmente "inventor" del Purgatorio.



La catedral no fue construida sobre nuevo solar, sino que ya había allí una primitiva iglesia sajona dedicada a San Salvador. 
Su aspecto actual tardaría siglos en conseguirse y fueron muchos por tanto los arzobispos que lucharían por ver acabado tan magno edificio.
En la cripta del primer cuarto del siglo XII, el románico alcanzó su máximo esplendor.
Más de veinte han sido las etapas constructivas o reformadoras, que han dado paso a lo que hoy conocemos. 
Tambien fueron muchos los capítulos oscuros en la historia de esta magnífica catedral...

El 29 de Diciembre de 1.170 y tras una discusión con el arcediano Tomás Becker, Enrique II exclama:
- ¡Cobardes! Ese hombre a quien yo he vestido y alimentado, llenado de honores y riquezas, se levanta contra mí. ¿No hay nadie de los míos, capaz de vengar mi honor y librarme de este sacerdote insolente?.
Cuatro caballeros, creen ver en las airadas palabras del rey una orden y lo asesinan en la misma catedral pocos días después. Fue el segundo de los cuatro arzobispos de Canterbury asesinados en la catedral. Apenas dos años más tarde fue santificado y la tumba de Santo Tomás se convierte en objeto de peregrinaje. Un año más tarde, preso quizás por el remordimiento, el rey de Inglaterra y de media Francia, camina descalzo hacia la catedral; desciende a la cripta y cae de rodillas junto al sepulcro de su víctima. Siguiendo sus ódenes, hombres de su guardia personal descargan veinte latigazos sobre las espaldas de Enrique II.

En el incendio de 1.174 su parte oriental fue asolada y posteriormente reconstruída con el nuevo diseño gótico. 
Altos arcos puntiagudos dieron más altura y luz al interior y con el tiempo y las limosnas de los peregrinos que visitaban a Santo Tomás se añadieron nuevas capillas y otros edificios aledaños.
En 1.430 fue derruida la torre central, finalizándose la nueva torre en 1.510 con una altura de 91 metros, denominada durante muchos años la más hermosa de la cristiandad. 
Cada día, a las 20,55 horas, sus campanas dan 100 toques en recuerdo del antiguo toque de queda de la ciudad.
Debido a problemas estructurales y a las guerras, se destruyeron algunas partes de la primitiva catedral, que fueron sustituidas por otras que siempre supusieron una mejora sobre lo anterior. 
Sin embargo, una pintura de 1.165 conservada en la biblioteca de la Universidad de Cambridge muestra que la catedral tenía planeado un claustro benedictino que nunca llegó a construirse. 
El hombre propone y Dios... dispone.

Canterbury es la referencia episcopal de la iglesia anglicana, como Roma lo es para el cristianismo católico. 
Desde su fundación y especialmente desde que es objeto de veneración a Santo Tomás, ha sido centro de peregrinación desde todos los puntos del continente europeo. 
Las milagrosas curaciones de algunos peregrinos, ocurridas junto al sarcófago del Santo, corrieron de boca en boca por toda la cristiandad llegando a adquirir una fama equivalente a las de la catedral de Santiago de Compostela. 
Los famosos cuentos de Canterbury, primer libro impreso en legua inglesa ayudaron también a engrandecer el mito. 
En las fiestas navideñas de cada año, la catedral y la abadía de San Agustín se visten de gala para conmemorar el aniversario del asesinato de Tomás Becket.

A lo largo del año, Canterbury está permanentemente plagada de peregrinos y visitantes curiosos atraídos por la belleza medieval de esta ciudad. 
A pesar de sus reducidas dimensiones, el viajero siempre encuentra interés en la visita de tan histórico enclave. 
Decenas de veces atacada por el fuego y las demoliciones, nada queda ya de la antigua iglesia fundada por San Agustín que fue destruida por completo en el incendio de 1.067. 
Su reconstrucción posterior y nuevo incendio dio lugar al edificio que hoy contemplamos, aunque con la modificación de algunas torres y otros detalles.

La visita de tan grandioso y tétrico monumento pone el vello de punta a los sensibles visitantes que conocen su historia en profundidad. 
En el interior de la catedral de Canterbury han sido muchas las carreras, las persecuciones y hasta los asesinatos. 
Sus piedras han sido testigo mudo de intrigas reales y eclesiásticas que nadie conocerá jamás; otras, recogidas por la historia, forman parte de los tiempos oscuros de un medievo europeo sumido en las tinieblas y en las ambiciones de unos y otros. 
Los grandiosos espacios no dejan a nadie indiferente puesto que, hasta el más burdo visitante, se da cuenta de su magnificencia. No hace falta saber historia ni arquitectura para darse cuenta de su grandiosidad. Aún hoy, catorce siglos después de su fundación, Canterbury es algo más que una catedral. Su arzobispo sigue siendo cabeza de la iglesia anglicana desde que, en 1.534, el rey Enrique VIII declarase su separación de la Iglesia Católica Romana.

RAFAEL FABREGAT

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