27 de mayo de 2012

0692- NATRÓN, EL LAGO DE LA MUERTE.

Hay lugares que no parecen de este mundo y el Lago Natrón es uno de ellos. 
Está en Tanzania, en el valle del Rift. 
Es allí donde se encuentra este lago salobre, un lugar inhóspito donde solo los Masais y grandes bandadas de flamencos saben como extraerle a este medio hostil la exigua riqueza que contiene.
El lago, teñido de un fuerte color rojo, debe su aspecto a la peculiaridad de las algas que son capaces de criarse en este agua tan corrosiva y que debidamente tratadas, ofrecen a animales y humanos su nutritiva composición. 
Sobre el agua pueden apreciarse numerosas formaciones de carbonato sódico que, en forma de espiral, salen de las profundidades a través de géiseres. 
También las orillas del lago se decoran con lechosas espumas de sosa que le confieren un aspecto impropio de este planeta. 
Sin embargo la vida es casi nula y solo los flamencos y su contemplación le confieren una estampa idílica al paisaje. Resulta extraño el comportamiento humano, pues no deja de ser curioso que un medio tan agresivo para la vida humana se haya convertido en una atracción turística obligada para todos aquellos que, procedentes de los safaris de Nairobi, hacen noche en este mágico lugar de camino a lugares tan bellos como el Ngorongoro o Kenia.
 
¿Qué belleza tiene la muerte?. Entiendo que las agencias de viajes no tengan otro lugar más paradisiaco donde realizar la obligada pernoctación de sus clientes entre uno y otro destino, pero espero que un hospedaje de tan elevado precio sea en la falda del volcan Ol Doinyo Legai y no a orillas de un lago tan putrefacto. Al menos el volcán tiene finalizado su cono desde 15.000 años atrás y ningún daño puede causarles a los sufridos turistas. 
Su cima se compone de dos conos, uno de ellos totalmente apagado. El del norte permanece activo, pero solamente por medio de pequeños hornitos que fluyen de forma constante, con escaso peligro para el visitante, aunque la zona está calificada como de alto riesgo.

El volcán Ol Doinyo Legai, de 2.960 metros de altura es mundialmente famoso, justamente por ser el único que arroja tefra y lavas con esta carbonatada composición. Su bajo contenido en sílice le confiere a esta lava una viscosidad parecida a la del agua, siendo la lava más fluida del mundo y con una temperatura de 590º, la más fría que se conoce. Debido a su baja temperatura durante el día esta lava (natrocarbonotita) parece negra, aunque por la noche se torna roja, y blanca cuando entra en contacto con el agua. La permanente erupción de estos materiales es responsable de la tranquilidad de la zona y de la creación del Lago Natrón y sus peculiaridades. De todas formas hay que reseñar que cada 25 años aproximadamente suele haber algún episodio de erupción de cenizas que finaliza en breve plazo, volviendo a la normalidad de su contínua expulsión de lava carbonatada. 

El nombre del volcán viene de los Masai y significa Montaña de Dios. 
Los Masai creen en un solo dios, el Orión-Ngai. 
Sorprendidos identifican y miran con simpatía un atlas estelar que muestra a su Dios (la constelación de Orión) con su famoso cinturón denominado "Las tres Marías" y la nebulosa de Orión, también denominada M-42, visible a simple vista. 
La nebulosa de Orión es el punto estelar más visitado por los astrólogos, a pesar de estar a una distancia de la Tierra de 1.270 años/luz. En un diámetro de apenas 20 años luz están instaladas alrededor de 2.000 estrellas, hecho que se convierte en una maravilla estelar, perfectamente visible con un sencillo telescopio e incluso con unos simples prismáticos.  

Para los Masai hay un solo Dios (Ngai) pero
 dos lugares sagrados en los que habita: el primero y principal es el volcán Oldoinyo; el segundo es el cráter Shimo la Mungu, o agujero del Dios Ngai, también próximo al Lago Natrón. 
Los masai creen que, aunque está en el cielo, Ngai también habita el volcán y cuando éste ruge suponen que quiere comunicarse. 
Cuando se pone rojo es que está enfadado y dicen que ¡se parece a los británicos!. Según las creencias Masai, antes Ngai habitaba en una tierra que estaba unida con el cielo, pero un día cielo y tierra se separaron y Ngai subió al cielo con el ganado. Al darse cuenta que en el cielo no había hierba lo bajó de nuevo a la tierra a través de las raíces aéreas del árbol sagrado que ellos llaman "oreti" (ficus) encomendando el cuidado del rebaño a los Masai. Desde entonces son pastores con dedicación plena, puesto que les está prohibido trabajar la tierra.(?) Ni siquiera entierran a sus muertos, porque cualquier otra actividad que no sea la de atender su ganado es indigna para quienes tienen encomendada por Dios esa sagrada misión. Cualquier otro trabajo como construir las casas, buscar leña, etc. es cosa de las mujeres. Si ellos hicieran algo más sería un insulto para Ngai. Así funciona este pueblo, que los turistas califican como una forma de vida atrasada, anclada en tiempos remotos, pero... ¡Qué listos (y sinvergüenzas) son los puñeteros...!

RAFAEL FABREGAT

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