2 de junio de 2012

0698- TETHYS, EL MAR DE LOS DINOSAURIOS.

Nuestro planeta ha estado en evolución permanente y así seguirá mientras le quede un soplo de vida. Solo la muerte perdura. Durante el periodo Jurásico y con la progresiva separación de los continentes, entre 150 y 200 millones de años atrás, el clima se tornó más húmedo y el nivel del mar aumentó inundando grandes regiones continentales. Se sabe que temperatura y humedad aumentaron considerablemente. Las causas son especulativas y cada cual da su versión de unos hechos que nadie conoce con exactitud. 
Pero todos coinciden, eso sí, en que aumentó la humedad del aire y la absorción de la energía solar, lo que hizo aumentar la temperatura del planeta entre 6 y 12 grados mayor que la actual. La separación de las placas tectónicas y el agrietamiento del fondo oceánico con su consiguiente salida de lavas ayudó también a crear mares más extensos y menos profundos ya que grandes zonas, anteriormente secas, quedaron inundadas. Se cree que en aquellos tiempos Europa era poco más que un archipiélago y que América del norte y del sur estaban separadas por un amplio mar.


La anterior Pangea estaba dando paso a la creación de los continentes que actualmente conocemos. Sin embargo durante el Creácico, entre 145 y 65 millones de años atrás, las cosas todavía seguían más o menos igual en lo que respecta a las condiciones climáticas. Temperaturas y humedad seguían altas y las zonas inundadas eran todavía extensas. Aunque con escasa profundidad, buena parte de Europa y Oriente Medio seguían bajo las aguas de ese enorme mar al que se ha bautizado con el nombre de Tethys.
En esos tiempos, que estableceremos alrededor de 100 millones de años antes del actual, la biomasa vegetal era extraordinaria y dinosaurios y toda clase de animales prehistóricos habitaban la mayor parte de los continentes.


En condiciones tan adecuadas para ellos aquellos animales proliferaban sin mayor problema. Probablemente de sangre fría gustaban de esa alta temperatura, al tiempo que la humedad reinante les proporcionaba las grandes cantidades de alimento que precisaban cada día y que podían conseguir en latitudes que casi rozaban los círculos polares. Fósiles hallados en las profundidades del océano Ártico determinan que la temperatura media del agua estaba en torno a los 18/20ºC. Entre estos hallazgos de latitudes casi polares, se han encontrado fósiles de plantas y animales que solo sobreviven en climas tropicales. Tenemos el ejemplo de la localización de hojas del árbol del pan, en sedimentos de Groenlandia.


Esto no quiere decir que todo el planeta estuviera protegido del frío. De hecho en Australia, entonces a 60º de latitud sur, se han encontrado esqueletos de dinosaurios en zonas que estuvieron cogeladas, lo que indica que algunos animales prehistóricos habrían sido de sangre caliente o llegarían de otras regiones en la estación del calor. También se han encontrado fragmentos de roca que no son de la región, lo que indica la posible llegada a esa latitud por medio de icebergs. En cualquier punto del planeta existen depósitos de carbón, lo que nos demuestra que durante este periodo del Cretácico la práctica totalidad de la Tierra tenía las condiciones de temperatura y humedad adecuadas para crear esa enorme masa forestal necesaria para ello. De la misma forma, fósiles de animales y plantas de un origen concreto pueden encontrarse en otro, indicando que en un momento dado solo hubo un gran continente y con temperaturas más o menos uniformes.


Con el tiempo todo fue transformándose en lo que conocemos hoy. Las aguas se fueron retirando y también las temperaturas se adecuaron a la zona del planeta que ocupaban, quedando allí ancladas las diferentes especies de animales y plantas, tal como ahora las conocemos. Sin embargo que nadie crea que el trabajo está finalizado. El mundo está en continuo movimiento y por lo tanto aquellos continentes que un día estuvieron unidos pueden volver a unirse, de la misma forma que aquellas condiciones naturales que dieron paso a especies de animales y plantas extraordinarios, impensables en este momento de la vida en la Tierra, pueden volver a repetirse. 
La única diferencia entre el pasado y el futuro es la evolución natural que ha experimentado la especie humana. Su poder de creación y transformación. Que nadie dude que la evolución lenta y natural es una batalla ganada por el hombre, un ser capaz de crear o de destruir a velocidades vertiginosas. Muy probablemente el futuro del planeta y de las especies que aquí habitan ya no dependa de los dioses o de la naturaleza, sino del hombre.

EL ÚLTIMO CONDILL

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