28 de septiembre de 2012

0802 - EL HOMBRE DE HIERRO.

El valor de esta pieza de museo es incalculable, por la sencilla razón de que no tiene igual en el mundo. 
Con esta premisa, de no tener comparación con nada similar, resulta de todo punto imposible establecer su valor. 
Su valor artístico puede que no sea muy notable, lo que ocurre es que el material con el que se ha realizado la escultura es único y difícilmente repetible.
Se trata de una ataxita, meteorito ferroso con altos niveles de níquel muy poco común, material abundante seguramente en el cosmos pero siempre en aleaciones imposibles de encontrar en nuestro planeta.
Para no alargar más la incógnita diremos que se trata pues de una escultura budista, cincelada hace más de 1.000 años sobre un fragmento del meteorito Chinga, un raro ejemplar caído en la Tierra hace más de 15.000 años atrás en la frontera de Siberia y Mongolia. 

Sí amigos, se trata del mayor secreto que gira alrededor de la estatua budista, sucedido en el año 1.938 y que acaba de ser desvelado por la revista Meteoritics and Planetari Science que acaba de publicar el hallazgo. 
La expedición nazi capitaneada por Erns Schafer descubrió la pieza, pero desconocían el material con el que estaba hecha y más aún el valor que podía tener. Los SS alemanes viajaron al Tíbet a las órdenes de Heinrich Himmler, en busca de los supuestos orígenes de la raza aria, que se suponía original de aquellas tierras de paz espiritual. Ni ellos mismos sabían qué podrían encontrar como respuesta y justificación de tal viaje pero hete aquí que, deambulando por valles, montañas y templos encontraron esta pequeña estatuilla de Buda, de 24 cm. de altura y 10 kg. de peso, con una cruz esvástica en el pecho. De todas formas no era tan extraño. También los egipcios y otras muchas culturas la incluyeron en sus esculturas. De lo que no se percataron es que aquella cruz estaba del revés.

Lógicamente, en absoluto hubiera llamado su atención la estatuilla y mucho menos se la hubieran llevado, de no ser por la esvástica que lucía en su pecho. Pero la cultura de aquel pelotón alemán no sería tanta y creyeron ver en aquella cruz un interesante significado relacionado con lo que les había llevado hasta allí. Teniendo en cuenta el motivo del viaje, el hallazgo era importante y aunque nada más pudieron recabar al respecto de los orígenes arios que buscaban, se la llevaron a Alemania donde, aunque no tenía interés artístico alguno, formó parte de una colección particular por su rareza. Hoy, tres cuartos de siglo después, el doctor Elmar Buchner de la Universidad de Stuttgart informa del extraño material que fue cincelado 1.000 años atrás, sobre un durísimo material y con las herramientas más elementales. La estatua representa al Dios Vaisrabana, más comunmente conocido en el Tíbet como Jambhala o "Rey Budista del Norte". Aquí, menos crédulos e irreverentes, lo llaman "El Hombre de Hierro", única figura humana que se ha esculpido a partir de un meteorito.

La pieza es la tercera más grande del mundo y la única, de este material sideral, que ha sido esculpida. Aunque no se ha podido establecer con precisión su fecha de creación, su estilo lleva a pensar que fue realizado en tiempos de la cultura Bon, anterior al budismo del siglo XI. Nada se supo de esta estatuilla hasta el año 2.009, cuando fue subastada como parte de las pertenencias de una colección privada que se ponía a la venta. Es entonces cuando los investigadores la examinan y tiran del ovillo de su composición y de su historia. 
Algunos la denominan "El Buda Espacial". Los occidentales, espiritualidades las justas. Aquí se va al grano, al meollo de la cuestión, que es el incalculable valor de una pieza que se sabe única e inimitable. Todo lo demás se consideran... ¡chorradas de gente atrasada!, pero que, naturalmente, merecen todo el respeto del resto del mundo. Allá cada cual, faltaría más, con sus creencias.

Por su origen "celestial" algunas culturas consideran a los meteoritos materia sagrada y utilizan sus fragmentos en los rituales que llevan a cabo. De acuerdo con sus creencias la magia de estas piedras ferrosas tienen poderes sin parangón con ningún material terrestre. También para las gentes occidentales, que creen en el esoterismo, piezas como "El Hombre de Hierro" pueden tener un significado muy especial. Sus posibles escultores, los Bon, ya eran gentes de cultura sincrética, de fuerte tradición chamánica que llamó la atención de dirigentes alemanes interesados en el ocultismo. Un mundo impenetrable para gente "normal" y que más bien entra en el tenebroso mundo de la brujería, de las ciencias ocultas y parapsicológicas. Desde el punto de vista de muchos, un mundo de mentira y oscuros intereses que nada tienen que ver con el cielo ni con la tierra. Menos aún con los meteoritos...

RAFAEL FABREGAT

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