3 de octubre de 2012

0807- MARAVILLAS DE PERÚ, SIN TURISMO.

Un camino de tierra, lleno de baches y charcos de dimensiones infinitas, nos llevan por un paisaje de asombrosa belleza. Hemos partido a primera hora de la mañana de Maras, un pequeño pueblo fundado por los españoles en 1.556, ubicado al oeste de Cuzco, en el Perú. En el pasado fue un pueblo importante, bautizado con el nombre "Villa de San Francisco de Asís". Sin embargo en el presente es un pueblo aislado y carente de la más mínima comodidad, con la electricidad como único servicio moderno. Es la sinrazón de la pobreza y de las malas comunicaciones que, para bien o para mal, impiden el acceso masivo del turismo. 

Burritos cargados de maiz.
Es el caso de Maras, un pueblo situado a 3.300 m. sobre el nivel del mar, tierra de incas y de exploradores europeos que hoy apenas va subsistiendo con su escasa agricultura y la venta de sal. Como todos sabemos, en esto del turismo no hay medias tintas. Quienes deseen recibir su visita y la riqueza que éste conlleva, han de mejorar infraestructuras pues el turista no quiere "sufrir".  De no ponérselo fácil, algunas maravillas quedan abandonadas en el olvido. También deben saber que con su riqueza viaja también la pérdida de la paz y la tranquilidad para el lugareño, algo a lo que no todo el mundo está dispuesto a perdonar. 

Porque Maras, amén de sus maravillosos paisajes y de sus gentes acogedoras, tiene dos especiales maravillas que bien merecen una visita. 
La primera es una importante salinera de explotación inmemorial. A tan solo un kilómetro de la población, pero por medio de un simple camino "de herradura", se encuentran las famosas "Salinas de Maras".  
En el caso de no haber llovido en los días anteriores se puede ir también en carro por carretera, pero también es de tierra y casi impracticable por los muchos e inmensos baches. 

De una u otra forma el viaje vale la pena ya que al final del mismo nos espera una maravilla artificial, pero maravilla al fin y al cabo. Kachi Ragay es el nombre quechua de estas salinas. 
Ladera abajo alrededor de 5.000 pozas de unos 5 m2. de superficie media, se llenan una detrás de otra, en las épocas calory lluvias escasas, del agua salada proveniente de un manantial natural a la espera de su evaporación. 
Cada familia tiene un determinado número de pozas, que se heredan de padres a hijos y cuyos derechos pueden igualmente comprarse y venderse como uno de los bienes más preciados del lugar. 
De todas formas, con la llegada de la modernidad son muchos los jóvenes que han marchado a Cusco en busca de mejores oportunidades y algunas pozas han quedado abandonadas y explotadas por tanto por otros productores con escaso desembolso por su traspaso.

Cada una de las pozas existentes recibe el agua de la anterior en nivel y todas ellas están interconectadas con estrechas sendas que permiten la retirada de su producción. 
Una "locura" perfectamente organizada. 
La única disputa que allí puede darse es el "arañar" en demasía las sendas, ganando unos centímetros para dárselos a la poza. 
Al evaporarse el agua, la sal cristaliza dando lugar a la producción de una sal gruesa muy apreciada en la región. 
Cientos de personas viven de esa riqueza natural ya explotada por los antiguos incas. 
Para los amantes a la fotografía la visita de las salinas es espectacular por los innumerables enfoques fotográficos que pueden darse a esta maravilla peruana.

Terrazas microclimáticas de Moray.
A 7 Km. de Maras y ya en el Valle Sagrado de los Incas, se encuentra el "Sitio arqueológico de Moray", una especie de anfiteatro de andenes circulares para el que se ha tardado mucho tiempo en tener una respuesta de su utilidad ancestral. El lugar fue descubierto en 1.932 por la expedición de Shirppe Johnson. Ante la falta de explicación alguna de tipo religioso, los estudiosos creen posible que se trate de una experimentación agrícola a diferentes alturas puesto que, con la superposición de terrazas, ha quedado demostrado que se consigue en cada uno de sus niveles un microclima diferente que permite evaluar la producción de diferentes partes del territorio. Diferentes piedras verticales (ñustas) marcan las sombras durante los equinoccios y solsticios reproduciendo los diferentes climas alcanzables en cada punto del imperio incaico. Con este invento los incas tenían un modelo a escala para el cálculo de la producción agrícola anual de todo el imperio y consiguiente impuesto aplicable para los diferentes productores del Valle de Urubamba y diferentes partes del Tahuantisuyo.

El pueblo de Maras está situado a 40 Km. al norte de Cuzco y al igual que otros pueblos de sus alrededores solo es accesible por una carretera de tierra de mantenimiento escaso y deficiente que, de tanto en tanto, llevan a cabo los mismos vecinos de esos pueblos y aldeas. Desde tiempos preincaicos en las salinas de Maras se obtiene, por evaporación, una sal muy apreciada proveniente de una corriente subterránea local que brota de forma natural en lo alto de un barranco y que permite su explotación por toda la ladera de la montaña. El manantial se dirige ladera abajo por medio de intrincadas canalizaciones que reparten el agua en las diferentes pozas, controladas por los propios vecinos de la explotación. Obligatoriamente y para un reparto equitativo de la riqueza, ninguna de las pozas debe tener más de 30 cm. de profundidad. La sal es llevada hasta el pueblo a la espalda de los mismos agricultores o con pequeños burros. 

Salinas de Maras.
Cada poza tiene una muesca por la que rebosa el agua al llegar a su altura. Cuando una poza está sin explotar o su dueño se ha retrasado en la cosecha de la sal, cierra su muesca de entrada y el agua pasa de largo a la poza siguiente. Por el contrario, el vecino que ya ha recogido la sal saca la muesca y de inmediato le entra agua nueva para la cosecha siguiente. Aunque depende de la estación, la sal se suele cosechar a las cuatro semanas del llenado de la poza. El agua del manantial es tan salobre que, una vez evaporada, deja un grosor de 10 cm. de sal. Dependiendo de la habilidad del propietario, el color de la sal varía del blanco inmaculado (la más cara) al marrón claro que denota impurezas del fondo de la poza, normalmente de tierra. Cualquier poza abandonada durante un tiempo por su propietario, puede ser explotada por otra persona con la única condición de exponerlo a la Comuna Local formada al solo objeto de dirimir cualquier tipo de controversia entre los diferentes recolectores.

RAFAEL FABREGAT

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