4 de octubre de 2012

0809- LAS SETAS DEL 2.012 YA ESTÁN ENTRE NOSOTROS.

REEDICIÓN.
Sí amigos, ha costado pero ¡por fin! los primeros rovellones han entrado en Cabanes. Naturalmente no son de nuestro término municipal, pero su hábitat no está tan lejos. Cien Km. a lo sumo. Los aficionados ya pueden preparar las cestas y llenar los depósitos de carburante, que este año no será "moco de pavo" el precio al que nos saldrá cada uno de esos maravillosos níscalos, pero aquí no se trata del valor material de las cosas, sino del disfrute que supone el encontrarlos.
Esto es como la caza. ¿A qué precio sale cada tordo o conejo cazados?. Escopeta, permisos, coto, cartuchos, ropa adecuada, perros, etc. Indudablemente sería mucho más barato comerlos en un buen restaurante y acompañados de caracoles de montaña, además. Pero así es la vida y el mundo. El consumo, cuando el dinero está escaso, es una cuestión de prioridades. Para unos es el fútbol, para otros son los toros o la caza y para mi familia son las setas.

Sin duda en principio los encuentros serán escasos y poco prolíficos, pero a medida que pasen los días y siempre que el frío no aparezca, la cosecha irá a más. Para que ese deseo se convierta en realidad hacen falta dos factores: que vayan entrando otras precipitaciones para que se mantenga la humedad y que no haya heladas. Lo primero es muy probable que suceda pero ¿y lo segundo?. Estando como estamos ya en Octubre, en las zonas del interior será bastante normal que aparezcan pronto las primeras escarchas y cuando eso ocurre las setas se asustan y dejan de aparecer. Ese y no otro es el motivo de que, en las zonas de alta montaña, para la masiva eclosión de setas sea imprescindible que llueva en Agosto. La explicación es simple... De ser así las setas salen rápidamente y hasta la aparición de las heladas todavía falta mes y medio. Sin embargo, si la lluvia llega tarde...

En estos últimos años, de mucha sequía y fríos tempranos, la búsqueda de setas se ha convertido en una quimera. Un bien escaso, que solo los aficionados más próximos a la zona pueden aprovechar. Sin embargo, justamente por habitar zonas históricamente tan prolíficas, los habitantes de esas zonas de interior son los que menos saben del asunto. Siempre sobrados de rovellones, esa gente desconocen por completo la enorme cantidad de setas comestibles que hay en la montaña y se limitan a recoger solamente esa variedad y poca cosa mas. Esa forma de proceder era, hasta hace unas décadas, más que suficiente para llenar los congeladores de material al que acudir buena parte del año. Sin embargo estos últimos tiempos de sequía continuada ha limitado sobremanera la salida de setas y se ha hecho imprescindible estudiar otras variedades comestibles que ayuden a llenar la cesta que antiguamente solo contenía rovellones. Nuestra familia conoce y recoge hasta treinta variedades diferentes de setas comestibles, a cual más buena. 

Esta foto no es de este año (todavía)
Tanto es así que algunos de nosotros ya empezamos a considerar que, exceptuando el asado a la brasa, el rovellón es una de las setas más bastas. De todas formas, ante estas dificultades insalvables del clima, a los aficionados del litoral solo nos queda el consuelo de buscar en nuestro término municipal o en los aledaños próximos, donde la variedad son mucho menor. No necesito tampoco recordar que, en los montes próximos a la costa, el matorral mediterráneo impide la visibilidad de las setas y desgarra las ropas, arañando carnes y convirtiendo la afición en un martirio más propio de la cuaresma. Nosotros no entramos en ese juego. Afición mucha, pero si para encontrar un plato de rovellones tenemos que ir a la guerra... ¡Tan locos no estamos!. En mi familia lo de ir a buscar setas es algo festivo, que en ningún caso queremos convertir en una odisea. No se trata de ir a sufrir, sino de convertir la búsqueda en un disfrute, en una fiesta familiar.

La verdad es que nos hemos acomodado. Para empezar, no madrugamos. ¡Vaya aficionados!. Antes de llegar al monte ya paramos en cualquier bar para almorzar. ¡Viva la Pepa!. A buscar vamos a los mejores sitios, eso sí, pero solo aquellos que permitan buscar a niños y ancianos. Un chollo, vaya, un vergel por el que se pueda caminar con zapatos de charol sin ensuciarte los pies. Pero un chollo que, por antigüedad, creemos merecer. Hace 50 años que fui por primera vez a buscar rovellones. Había pocos, según nuestro acompañante, pero hubimos de ponerlos en una "panera" de aquellas antiguas que proporcionaban los comerciantes para llevarles la cosecha de uva hasta sus básculas, y bien colmada por cierto.

Fue en Mosqueruela. Nos acompañaba un pastor de la localidad, ya fallecido desde muchos años atrás, que invernaba sus animales en el corral del tío "Manuel, el de Sodilluns" (Gaidó). Aquel señor, llamado Ramón como tantos otros de su localidad, era máximo conocedor del término municipal y de las zonas más tempranas o tardías donde poder buscarlos con más garantías de éxito. Aprendimos mucho, pero el hombre se despidió al mediodía, porque tenía que sacar el ganado. Lo hizo con gran disgusto por su parte pues era un año muy malo y solo recogimos unos ¡40 kilos!. Aquellos, sin duda, eran otros tiempos...  

Hotel Restaurante Montenieve.
Desde entonces no he parado de subir a buscar tan preciados frutos del bosque. A ese y a otros pueblos de su entorno. A día de hoy conocemos tantos sitios buenos y tantas variedades comestibles, que se hace impensable que tengamos que volvernos de vacío. Siempre que haya, claro está. De todas formas, repito, lo nuestro es salir de fiesta y más pronto que tarde nos vamos a cualquier restaurante de la zona a bien comer. Tras los cafés y las copas nos volvemos para casa, cargados de setas y de todas las especialidades de la zona. Pan, cordero, chorizos, patatas... Porque para encontrar setas -feo está decirlo- con media mañana sobra. El resto del día es para el viaje y la fiesta. ¿No es eso una bendición?. Yo creo que sí ¡y doy gracias por ello!. Nuestro mayor problema -lo digo de verdad- no es conocer buenos sitios en los que buscar, sino decidir a cual dirigirnos, lo que a veces se traduce en una especie de "romería", pero sin Virgen.
Una realidad difícil de asumir y que pocos comprenden.

RAFAEL FABREGAT

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