4 de noviembre de 2012

0834- SANDY, SIGUE EN NUEVA YORK.

REEDICIÓN.
El huracán "Sandy" se configura como uno de los más letales del último siglo. Cinco días después de su paso 2.500.000 de personas siguen sin electricidad en más de quince estados norteamericanos. Justo allí donde se supone que reside el primero de los mundos de nuestro planeta. Nueva York y Washington, sus dos principales ciudades por importancia demográfica y política, aún tienen barrios a oscuras. Pero eso no es todo. La gente carece de una parte importante del transporte colectivo, así como de alimentos, de agua y hasta de carburante. Se entiende que un fenómeno de estas características, aunque esperado, desborda todas las previsiones. Sin embargo algo debe fallar para que afecte con tanta intensidad a un país que se supone el más adelantado de la Tierra. 

Mientras las temperaturas empiezan a bajar, los ciudadanos se quejan de que la actuación de las compañías que deben restaurar el suministro eléctrico no es lo suficientemente rápida y eficaz, como tampoco lo es el suministro de carburante en las Estaciones de Servicio. También en los "primeros mundos" las actuaciones de políticos y empresarios se relajan y ante una catástrofe de esta magnitud, parecen actuar como si de una simple avería se tratara. Quizás sin pensar que todavía hay personas mayores que siguen atrapadas en su vivienda a 10/20 pisos de altura, sin energía para el ascensor y viviendo de la caridad que otros más jóvenes les proporcionan. ¿No es una vergüenza que esto ocurra justamente en un país tan adelantado como Norteamérica?. 

Tras cinco días sin electricidad, algunos usuarios han recibido informes de su compañía alertándoles que el suministro puede retrasarse una semana o más. Respondiendo a las críticas de la población el gobierno piensa demandar a aquellas compañías que no estén preparadas para atajar emergencias de este tipo, pero esto no devuelve la electricidad a los hogares. Esa preparación para las emergencias no debe exigirse cuando la desgracia se produce, sino cuando las licencias se conceden. Las grandes ciudades como Nueva York tienen restablecido el fluido eléctrico en un 60%, no es mucho pero algo es. Sin embargo, ¿qué pasa con el 40% restante y las ciudades menores?. 

Algunas viviendas unifamiliares, en previsión de que tales contratiempos se presentaran, adquirieron incluso pequeños grupos electrógenos con los que fabricarse luz propia pero no encuentran gasolina... Ultimamente la Guardia Nacional raciona cantidades de combustible con los que poder realizar desplazamientos imprescindibles o cualquier otra necesidad, pero en filas interminables y totalmente tercermundistas que demuestran que nadie está preparado para un fenómeno de estas características. ¿Donde está la poderosa Norteamérica? -se preguntan los propios estadounidenses desencantados.

El propio ejército está suministrando carburantes del Departamento de Defensa a la ciudadanía y grupos electrógenos a las estaciones de servicio sin energía, pero la gente se pregunta si no son aquellos que tienen las concesiones de distribución energética los responsables de disponer de servicios de emergencia que impidan que tal desabastecimiento se produzca. Que en caso de catástrofe se repare el suministro eléctrico en 48 horas y que el suministro de carburante no falte en las gasolineras, no debería ser cosa de Barack Obama o de Mitt Romney. Independientemente de quien tenga la presidencia de un país como los Estados Unidos de América, tal eventualidad debería estar garantizada por aquellos que disfrutan del permiso estatal para distribuir tales energías. Sencillamente no debería disfrutar tal concesión quien no esté preparado para garantizar el suministro. El problema es que todas estas prebendas se conceden a dedo y por (interesada) amistad. ¡Así van las cosas!.

Ahora, viendo la lentitud de respuesta de las Compañías, el Gobierno está presionando para que se restaure la totalidad del suministro eléctrico, vaciar el agua acumulada en determinados lugares, cubrir las necesidades básicas de los ciudadanos y limpiar los escombros que Sandy ha provocado a su paso por el continente. Se dice que en Nueva York cohabitan ratas y habitantes en cantidad parecida. Con las inundaciones, los 9 millones de asquerosos bichos salen a flote por calles y alcantarillas buscando el sustento que el huracán les ha arrebatado. También a ellas habrán de eliminarlas de la visión ciudadana. Árduos trabajos que, más pronto o más tarde, se llevarán a cabo sin duda; pero lo que el ciudadano demanda es una rapidez de respuesta que -a la vista está- no ha existido. Buscar a los culpables es algo que el nuevo presidente habrá de esclarecer. El pueblo americano tiene la obligación y el derecho de ser exigente con la seguridad de todos. 

RAFAEL FABREGAT

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