4 de diciembre de 2012

0864- BENEDICTO XVI SE ABURRE.

REEDICIÓN.
Lo del Papa no creo que sea problema de vejez, sino una cuestión de aburrimiento. 
Relevado ya de muchas cuestiones burocráticas nuestro padre, hombre al fin y al cabo, busca la manera de distraerse. Cansado de tanta misa y tantas audiencias carentes de todo sentido e interés, solo le dan ganas de bostezar y el hombre se ha dado a la lectura y a la especulación sobre los orígenes de la Iglesia Católica Apostólica y Romana, que al fin y al cabo representa. Por no respirar el ambiente "polvoriento" que se ha acumulado a lo largo de los siglos en las habitaciones del Vaticano, nuestro representante de Dios en la Tierra dirige sus cada día más cortos pasos, a la inmensa biblioteca del Vaticano. Benedicto XVI queda allí absorto en la contemplación de tantos incunables, sin decidir en principio por donde empezar. Tras esos instantes de duda, la luz del Espíritu Santo alumbra sin duda su vasta inteligencia y al hombre, que no al Papa, se le ocurre buscar los orígenes de aquello que desde niño le contaron y que ahora es él quien predica. 

¡Quiere saber la verdad!.
- Empezaré desde el principio -se dice para sí, como niño con zapatos nuevos. 
No sabemos ni queremos saber que ha hecho el santo padre en sus muchos años de vida. No es en este momento relevante. Sabemos que le enseñaron un camino de niño y que actualmente es él quien lo muestra a los demás. Ningún derecho tenemos nosotros, pobres pecadores, a saber cual a sido el camino que él haya podido recorrer en su larga vida de peregrino del mundo y de la Iglesia. Porque peregrinos somos todos y muy diferente el camino que cada uno de nosotros tomamos. Unos van siempre por el de la verdad y la rectitud, al tiempo que otros toman el de la religión o de la política. Allá cada cual. Dios, en su infinita misericordia nos deja escoger y cada cual elige lo que considera más oportuno. El premio o el castigo (dicen) irá parejo a lo que cada cual haya sido en esta vida, pero muchos dudamos que así sea.

¿Quién compensará al desgraciado que no ha hecho otra cosa que trabajar de sol a sol y quién castigará al sinvergüenza que, para poder medrar con sólida rapidez, pisa la cabeza de los demás al tiempo que se dedica a la profesión de lameculos de los representantes de la iglesia y de la política, intentando ser uno de ellos o de beneficiarse al menos de sus prebendas?. En fin, todas estas ideas insertadas en la cabeza de nuestro Papa, en sus tiempos de seminarista, bullen ahora en la cabeza del representante celestial pero él ya pasa de todo esto. Porque el papa, aunque lo perezca, no es un viejo chocho y su pícara sonrisa lo dice bien claro. Su inteligencia se mantiene intacta y ahora, que tiene tiempo y autoridad, le pica la curiosidad de conocer los entresijos del negocio al que ha dedicado toda su vida y que actualmente le corresponde dirigir. Claro que, ¡son tantos libros y los "polvos" acumulados en el Vaticano...! que física y moralmente se siente incapaz de encontrar la Luz que despeje tantas dudas.

Embelesado mira las artesanales encuadernaciones. La vieja piel cosida a mano con el duro hilo de cáñamo engrasado tantos años atrás, cuando el cáñamo no tenía otra finalidad que la de hacer hilos, cuerda y zapatillas... ¡Cuanto ha llovido desde entonces y cuantas nuevas aplicaciones se le ha dado a la piel y especialmente al cáñamo! ¡Ay, si Jesucristo levantara la cabeza...! ¡Que diferente el camino que Él ordenó, al tomado por sus seguidores...!
En esos pensamientos está Benedicto XVI cuando tropieza con el Evangelio de San Lucas. Lo abre pasimoniosamente y lee la dedicatoria: Al gentilísimo Teófilo. El libro parece ser que fue escrito el año 62.  El Papa pasa la mano sobre la vieja cubierta y abre el libro con lentitud, como lo hace quien no busca nada en concreto... Pasa de largo la Anunciación del ángel Gabriel a María y se impregna del segundo capítulo:

El nacimiento de Jesús...
Aconteció aquellos días que César Augusto ordenó que todo el mundo fuese empadronado, cada uno en su ciudad. 
José, aunque mosqueado por tener a la mujer embarazada sin haber colaborado en el asunto, subió de Nazaret a Belén con su esposa por ser de la casa de David y lugar donde les correspondía empadronarse. En eso estaban cuando aconteció el alumbramiento de un hermoso niño sin que hubieran encontrado posada por lo que, guarecidos del frío en uno de los corrales de pastores que había a las afueras de la población, envolvieron al niño en unos pañales y lo depositaron en el pesebre donde mejor mantener su calor. Siendo lugar donde los pastores charlaban animados por la vigilia de sus rebaños, éstos fueron avisados por los ángeles de la buena nueva, acudiendo de inmediato a adorar al recién nacido, como el Salvador tantas veces anunciado por los profetas.

Benedicto XVI se percata entonces de que, a pesar de los muchos animales que se citan en los citados refugios pastoriles, Lucas no dice jamás que allí hubiera burra ni buey. Pensativo abandona la lectura y marcha en busca de la merienda, mientras nuestro Papa no para de darle vueltas a la cabeza... ¿De donde saldría lo de la burra y el buey si allí no se dice que estuvieran?. En fin, que el asunto es viejo y testigos para corroborarlo no quedan, así que la duda no se puede despejar, pero queda aclarado que burra y buey no estaban en el corral. 
El Papa busca en los evangelios de San Mateo a fin de completar los datos del nacimiento del Mesías, con la Adoración de los Reyes Magos... Mateo cuenta que unos "Magos" (no dice que fueran reyes y quizás fueran farándula ambulante) llegaron a Jerusalén diciendo que una estrella les había guiado hasta allí, por ser el lugar donde un ángel les dijo en sueños que nacería el futuro rey de los judíos y que venían para adorarle. 

Herodes, que solo pretendía eliminar al posible competidor de su trono, hizo llamar a los Magos en secreto y les manda a Belén pidiéndoles que visiten al supuesto Mesías y que cuando lo hallen se lo hagan saber para ir también a adorarle. Tras la visita al palacio de Herodes ellos siguieron la estrella y ésta les llevó allí donde estaba Jesús en su pesebre, con María y José a su cuidado. Postrándose le adoraron y abriendo sus alforjas le ofrecieron oro, incienso y mirra. Pasando allí mismo la noche les fue revelado en sueños que no regresaran a darle noticias a Herodes y a la mañana siguiente prosiguieron su marcha por diferente camino...
Benedicto XVI queda una vez más pensativo. Mateo no dice que fueran reyes ni tampoco que vinieran de Oriente. Entonces, ¿de donde salieron tales afirmaciones y quienes eran y de donde pudieron llegar realmente estos personajes...?

Al día siguiente el Papa vuelve a la biblioteca y coge nuevamente el libro prosiguiendo la lectura. Circuncisión y Presentación al Señor...
Cumplidos los ocho días del nacimiento se circuncidó al niño y tal como había ordenado el arcángel Gabriel, se le puso el nombre de Jesús. Conforme a la Ley de Moisés, pasados los días de purificación fue llevado a Jerusalén para ser presentado al Señor. 
Sin embargo el Papa no logra sumergirse en la lectura y su cabeza no para de darle vueltas al posible origen de los reyes Magos que, por lo visto, sí eran magos pero no reyes. ¿De donde procederían?. Lo consulta con sus allegados, en base a sus ofrendas...
1º).- La mayor parte del oro, plata y bronce que circulaba por aquella parte del mundo procedía de los intercambios realizados por los fenicios con el pueblo de Tartesos, situado al sur de la península Ibérica.
2º).- El incienso, resinas aromáticas vegetales entonces no tan refinadas como en la actualidad, procedían de diversos lugares y diferente materia prima, pero también en la tierra de los Tartesos se extraía de las partes leñosas y la raíz del ajenjo y la artemisa, plantas medicinales, de las más antiguas que se conocen y que ya Hipócrates nombraba en sus escritos como de gran efecto terapéutico para numerosas dolencias. 
3º).- También la mirra es una sustancia resinosa aromática que se obtiene haciendo una incisión en la corteza del árbol, por el que exuda la savia. Esta resina gomosa va secándose al contacto con el aire formando grumos que se destinaban a la fabricación de perfumes, ungüentos y medicinas, así como para diluir la tinta de los papiros y para embalsamar a los muertos. La mirra no es originaria de la península Ibérica, pero siendo los Tartesos productores de todos los minerales de uso cotidiano para el pueblo egipcio, realizarían intercambios con ellos de mirra y otros muchos productos...

Benedicto XVI está meditabundo ...
- Si aquellos Magos llevaban los tres productos en abundancia, ¿no sería más lógico pensar que fueran de Occidente...? Ningún pueblo de la época disponía de tan abundantes minas, ni estaba tan adelantado en el uso del oro para la joyería... Disponían en su territorio de oro en abundancia y de incienso de la más alta calidad. Solo en la mirra persiste la duda pero, siendo proveedores de Egipto, ningún problema tenían en llevar a cabo intercambios comerciales con los que se abastecieran de ella... ¡Está claro¡, -piensa el Papa- ¡Eran de Occidente y concretamente del pueblo de Tartessos, descendientes de los Iberos que poco después serían conquistados por cartagineses y romanos, denominándose a partir de entonces Hispania...!
Y así, así se escribe la Historia... 

El aburrimiento y la meditación del Santo Padre y su sagrada infalibilidad ha dado en cambiar dos cosas fundamentales, relacionadas con el nacimiento de Jesucristo.
A).-Queda claro que no hubo burra ni buey, junto al pesebre.
B).-Los Reyes no tenían relación alguna con la monarquía, ni llegaron de Oriente. Eran Magos que procedían de la legendaria Tartessos, al sur de la península Ibérica. (España)
Benedicto XVI se hace viejo y antes de marchar a la casa del Padre quiere dejar las cosas claras... ¡Ni reyes ni animales!
Nosotros, simples mortales, no decimos nada y (si nos conviene) acatamos la voluntad de aquellos que están muy por encima de nosotros. Los españoles no tenemos fama de ser muy trabajadores, pero sí de ser conformistas y acatadores de voluntades ajenas. En fin, de muchas cosas que la realidad desdice, pero también hay que reconocer que somos muy dados a ejecutar aquel viejo refrán: "Ande yo caliente, ríase la gente".  
El Papa dice que reyes no, pero magos si. ¡Y de España!. Oye, pues perfecto...

RAFAEL FABREGAT

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