12 de febrero de 2013

0923- EL PAPA ABANDONA EL TIMÓN.

REEDICIÓN.
No son correctas las conjeturas del por qué de su abandono. Los que hablan no saben y los que saben no hablan. Que el barco hace agua estaba a la vista de todos, pero ese no es sin duda el motivo de que Benedicto XVI se ponga a salvo de la tormenta. De todas formas tampoco tendría que extrañarnos. Al fin y al cabo es hombre y probablemente se ha cansado de luchar. Nadie como él ha vivido tantos y tan duros ataques a la Iglesia Católica. No existen las persecuciones romanas que conocieron los primeros obispos de la Iglesia pero hay otras, tan duras o más, que son la gran cantidad de información, verídica y falsa, que corre a manos llenas por las redes sociales del mundo moderno. En verdad o en mentira todo se sabe y todo se dice. Corrupción, sexo, favoritismos, abusos financieros... Sus allegados dicen que su abandono es un acto de valentía y de humildad, pero esta es una verdad a medias. Más de cuatro creemos que se va porque no quiere molestar... ¡a los que se ríen del Papa y ensucian el nombre de Jesucristo!.

Indudablemente es valiente y mucho al abandonar la silla de Pedro, pero hacerlo no es una cuestión de humildad sino de principios, de presiones y de impotencia ante las adversidades, sobre todo las internas. 
Justamente los golpes que te dan los tuyos, son los que más duelen. Algunos de los que hay allí son pecadores peligrosos y él lo sabe.  Son momentos difíciles para la gente espiritualmente sana. No hace tantos años, los tiempos eran muy diferentes y debemos entender que, si Benedicto XVI es una de esas personas, le resulte poco menos que imposible seguir. Lo que está claro para todos es que no es una cuestión de salud, sino un cúmulo de circunstancias que hacen inviable su papado. Es la edad, claro que si, pero también el cansancio de tantos rumores y de tantas pruebas que los convierten en realidades, junto a las presiones externas e internas que esto conlleva. Para aguantar los embates de tantas olas no solo hay que ser valiente y estar preparado, sino que hay que tener la espalda ancha y sobre todo una juventud y unas ambiciones que, a la vista está, Benedicto XVI ya no tiene. 

Probablemente sus metas ya las ha cumplido o eran demasiado altas y le han resultado inalcanzables, pero bien está que intentara llegar a ellas. Lo extraño de todo esto es encontrar personas que ante las presiones del pecado ajeno abandonen. No es ni mucho menos frecuente. Sin duda en este abandono no falta su pizca de egoísmo. En dos mil años solo cuatro han abandonado, lo cual nos indica la inteligencia y honestidad de quienes así actuaron. Con esta actitud y especialmente con su marcha, Benedicto XVI demuestra ser valiente, estar muy lúcido y ser ecuánime con sus ideas de lo que debe ser la Iglesia y el servicio a la doctrina de Cristo. Su abandono nos ha sorprendido sí, pero gratamente. Marcha porque no está conforme con lo que ve dentro ni fuera del Vaticano, ni siquiera con el aire que allí se respira. Creamos o no en la doctrina y el personaje, hay que desearle suerte y larga vida a un Papa que, contra todo pronóstico, ha resultado ser un gran comunicador político y social en cuantos destinos ha recalado, que han sido muchos. Con su renuncia perderá su poder y su anillo, que sin duda será destruido pero, a estas alturas ¿qué más le da?. En fin amigo, ve con Dios y que Él tenga piedad de todos nosotros... 
¡Especialmente de aquellos que han provocado tu marcha!.

RAFAEL FABREGAT

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