29 de mayo de 2013

1025- EL PASTOR, PIEZA VITAL DEL REBAÑO.

¡Coño! -dirán ustedes- ¿De que va esto?. La verdad es tampoco yo sé por donde coger el toro. Lo que si está claro es que no vamos a hablar de animales, sino de personas y no de pastores, sino de gobernantes. Dicho esto, quedamos como estábamos, es decir, que sé lo que quiero decir, pero no cómo decirlo. Vamos a ver... ¡Pensemos!. En cualquier rebaño, el pastor es pieza fundamental para que los animales lleguen a los mejores prados, pasten las mejores yerbas y den el rendimiento que su dueño pretende. Sin embargo, en este caso las ovejas somos nosotros pero, aunque son muchos los que buscan nuestro rendimiento, lo que se dice pastor no lo tenemos ni lo queremos. ¡Una raza difícil la de esta clase de ovejas!. Porque si bien es verdad que la raza humana es ingobernable, no es menos cierto que para meterse en el berengenal de ser pastor de animales de dos patas... mucho tiene que gustarle a uno. Ya no digamos si no hay apenas compensación económica por ello, como sucede en los pequeños pueblos. 

Hay pastores que...
De todas formas los voluntarios al cargo de pastor de estos rebaños no siempre son los adecuados para ello. De hecho se ve cada cosa que... Porque en el Congreso de Diputados, en las diferentes Autonomías, o como mínimo en las grandes ciudades, hay intereses más que suficientes como para llamar la atención de gente preparada que puede ver compensado su alto nivel de estudios para aplicarlos a este menester pero, en los pequeños pueblos... ¿Qué interés puede tener ser alcalde de un pueblo de dos o tres mil habitantes?. En esta clase de pastoreo el pastor no puede olvidar su indumentaria. No son imprescindibles las abarcas, ni siquiera la manta a cuadros, pero si el zurrón. No hay que caminar pisando piedras, ni hay que protegerse del frío o la lluvia, pero no hay que olvidar las viandas y mucho menos dejar que cada oveja campe a sus anchas. 

Porque esta raza es jodida, oye. Claro que algunos tienen ayudantes con pistola y garrote pero, aún así... Tu tienes unas vacas sueltas por el prado y les haces un cobertizo con unos bebederos y un comedero por si nieva y ¡ala! ya te puedes ir a donde quieras que no pasa nada... Pero, con las personas, ¡vaya matraca, oye...! Que no hay forma de poder descuidarte un minuto... ¡Que si la UGT, que si CCOO, que si las Autonomías, que la liquidez de los Bancos, que si la Merkel. Vamos, ¡que esto es un sin vivir!. Menos mal que la oposición es como si no estuviera... Vamos, que ni muerto me meto yo en ese berengenal, oye. 

Que se hace pasta... ¡Por mí como si se hacen multimillonarios!. Lo que yo te diga. Para ser pastor de esos rebaños hay que nacer, tener una espalda como un trillo y las agallas de un tiburón blanco.  Hombre, ¡si tienes buenos ayudantes...! Porque claro, esos pastores no dirigen el rebaño corriendo prado arriba y abajo, sino desde modernos despachos de ejecutivo. Calzados sus mejores zapatos y un buen traje de marca, mientras las "ovejas" van ganando peso o llenando su ubres de la mejor leche, el pastor sestea en su mullido sillón bajo la espesa sombra del citado despacho con vistas. El perro/ordenanza cerca, para que dé algún mordisco de vez en cuando a quienes se alejen demasiado del resto del rebaño. 

Si es necesario que lance también alguna piedra a quien se salga del camino marcado. Porque, por muchas veces que se les diga, nunca está de más recordar al rebaño, que lo es. Y es que esta clase de ovejas, si no estás siempre encima de ellas dándoles voces y lanzándoles piedras, ¡oye! ¿pues no se creen que son personas?. ¡Ay Señor, cuanto sufrir por unos cuantos millones de nada!. Porque si al menos pudieras dejar al rebaño a su libre albedrío, como ocurre con otro tipo de animales... Pues no. Y después aún critican el oficio... ¡Pues no hay que sudar ni nada para asegurarte la vejez tuya y la de todos tus descendientes hasta el tercer grado!.

Al igual que se preguntarían los trenes si tuvieran cerebro, hace mucho tiempo que me pregunto por qué voy por donde voy, habiendo otras vías para elegir. ¿Porque es por donde van los demás?. ¿Es eso lo que quiero?. A mi edad quizás ya es demasiado tarde para rectificar pero, aún así, ¿Es posible dejar de ser oveja lo que me resta de vida?. Bien, yo creo que sí. Siempre mirando al qué dirán no evité que dijeran... ¿Entonces, para qué estoy perdiendo el tiempo?. Porque los demás también son ovejas, con igual o peor capacidad de discernir lo que está bien y lo que está mal. ¡Demasiado buen ejemplo tengo en mi propia casa, como para mirar la de los demás!. Luchar toda tu vida por ir por el camino de la rectitud no garantiza en absoluto la llegada sin tropiezos. La vida me ha enseñado que justamente el camino de la hipocresía es el que lleva a mejores resultados. Pues bien, ¡no me da la gana!. La mentira y la hipocresía, es justamente lo que más asco me da y, desgraciadamente, lo que más veo a mi alrededor.  

Me pregunto que es lo que debe sentir una persona que, al final de sus días, se da cuenta que siempre ha vivido de falsedades y halagos a los demás, al solo objeto de merecer su opinión más favorable. Sin expresar nunca lo que realmente pensaba, para no ofender, para parecer mejor de lo que realmente era en el fondo. Una vida de teatro permanente. ¿Como se puede vivir así toda una vida?. ¿Para que, con qué objeto?. En esos últimos momentos, en los que si hay lucidez uno hace un repaso de su vida y se pregunta qué pudo mejorar, me da la sensación que muchos se dirán: ¡Que vacío, que inutilidad, que pérdida de tiempo ha hecho la naturaleza conmigo!. ¿Por qué no hice nunca lo que mi alma me pedía?. Personalmente creo mejor que cada cual sea tal como es. Le pese a quien le pese. Ya se sabe que a todos no puedes gustar. Pues bien que cada cual haga lo que quiera y que apechugue con las consecuencias. Aquellos que pusieron el dinero de sus ahorros en preferentes, cobrando doble intereses que los demás, ahora que la inversión les ha salido mal llaman ladrones a los bancos... Vamos, ¡para volverse locos!. Chorizos sí, pero no por eso... Yo en Navidad, jugué a la Lotería y no me tocó. ¿Qué hago, me pongo a gritar?. ¡Criminales!. ¡Chorizos!.  :-) Pues no, no vale la pena...

RAFAEL FABREGAT

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