3 de julio de 2013

1065- LAS RAÍCES ANDALUZAS DE TOMBUCTÚ.

Ya no se trata de justicia o injusticia, pues cada cual puede tener una opinión diferente de una misma cosa. Los árabes llegaron a nuestro país, como nosotros fuimos a otras tierras del planeta y se quedaron aquí durante 800 años. Demasiados años de historia entre nosotros, para que ellos puedan ignorarla y olvidarla. 
Los libros están para eso. Para refrescarnos la memoria y para que, ahora que tanto se clama sobre derechos de unos y otros, recordemos que aquellas gentes que fueron exiliadas hacia tierras miserables y desconocidas para ellos, eran de aquí y aquí tenían sus casas, sus tierras y sus negocios. Recordemos también que fueron expulsados con poco más de un atillo con lo más imprescindible, hacia tierras africanas que la inmensa mayoría no habían visto jamás. Eran tan españoles como lo somos nosotros. ¡800 años!  ¿Acaso sabemos nosotros donde estaban nuestros antepasados ocho siglos atrás?.

Muchos de nosotros somos 
descendientes de aventureros que vinieron aquí, huyendo de la hambruna de sus países y en busca de nuevos horizontes en los que ganarse el sustento. La gran mayoría de los árboles que pueblan la tierra son de raíces profundas y alargadas y más cuanto más extrema es la escasez de agua y alimento. Pues bien, así somos los humanos. Con solo retroceder un siglo hacia atrás, quien más y quien menos ignora cuales son sus raíces. ¿Quienes somos pues para rechazar a quienes vienen de fuera?. ¿Acaso sabemos si nosotros somos de aquí?. ¿Y qué pasa si lo somos?. Demasiadas veces se ha dicho que cuando el que llega de fuera tiene poder económico, no nos importa su llegada. Así somos de mezquinos la mayoría. 

Si el forastero trae dinero bienvenido sea, algo puede tocarnos, pero cuando llega con las manos vacías lo miramos como a un delincuente, contra el que luchar. Si conociéramos mejor nuestra historia seríamos más tolerantes, pero algunos se empeñan en distorsionarla cuando no borrarla de la faz de la tierra. 
Así ha sucedido en Tombuctú, donde extremistas musulmanes incendiaron buena parte del contenido de su biblioteca, la más antigua y completa sobre la historia de aquellas gentes muchas de ellas de procedencia española, andalusí para ser exactos. Tombuctú fue fundada por la tribu de los Mandinga y otras etnias musulmanas, entre las que se encontraban los Tuareg, descendientes de los almorávides que habían reinado en Marruecos y en el Al-Andalus de los siglos X y XI. 

La fecha que se tiene de su fundación dice que fue hacia el año 1.100, cuando ya hacía tres siglos que la península Ibérica estaba bajo dominación musulmana y buena parte de aquellas gentes habían mezclado su sangre con la de los cristianos peninsulares. El año 1.312 el líder religioso Mansa Mansa se autoproclamó rey de Malí e hizo de Tombuctú la capital del comercio de la ruta subsahariana. Su enclave excepcional, a tan solo 7 Km. del río Níger, propició que fuera el punto idóneo para el intercambio de sal mediterránea por el oro, fruta y pescado de los países sureños que tenían estos productos en abundancia. Fue durante ese siglo XIV cuando se construyó su muralla y la primera mezquita. El nuevo rey, interesado en la cultura, acogió en aquella y otras mezquitas la fuente del saber convirtiéndolas en lo que sería el primer centro religioso y cultural africano. Eran los cimientos de la universidad de Tombuctú. 

Mansa Mansa mandó a los jóvenes estudiantes a las universidades marroquíes al tiempo que iniciaba la construcción de otras grandes mezquitas. Años después, ya a finales de su reinado, llegaron aquellos jóvenes totalmente formados y establecieron en Tombuctú sus centros de enseñanza. 
Aquella iniciativa convirtió a la ciudad no solo en la más próspera del continente, sino también en la capital espiritual, intelectual y centro de propagación del islam de los siglos XV y XVI. La obra se completaría en 1.581, bajo el reinado de los Askia con la adecuación de la Universidad de Sankore, una de las primeras del mundo, ubicada en las tres mezquitas principales de la ciudad. Tombuctú, entonces con 100.000 habitantes, contaba con 180 madrazas (escuelas) en las que se estudiaban las diferentes materias. Se calcula que recibieron educación más de 25.000 alumnos. 

Diez años después (1.591) las tropas marroquíes conquistaron la ciudad y otras regiones próximas en un dominio que duró casi 200 años, pasado el cual perdieron interés por la zona abandonándola a su suerte aunque, para entonces, muchos soldados ya se habían unido a mujeres de Tombuctú y permanecieron allí. 
Hoy las arenas del desierto amenzan Tombuctú pero la inmensa riqueza de la Biblioteca de Tombuctú está a buen recaudo. Si bien una gran parte del contenido quedó resguardado entre las paredes de sus mezquitas, una parte importante pasó a manos particulares que no solo las salvaguardaron de los muchos peligros sino que, generación tras generación, aumentaron el número de volúmenes conscientes del tesoro que acumulaban. Esa fue seguramente el motivo de que tantas joyas de su historia y de los pobladores andalusíes llegados después, no se perdieran. 

La mayoría de los manuscritos que cuentan la historia de Tombuctú y la de sus habitantes está diseminada, custodiada entre varias familias. Sin embargo la mayoría de estas familias son hospitalarias y permiten el examen de estas obras que son su orgullo personal y familiar. Una de estas familias (kati) cuenta que el primer antepasado que inició la recopilación de manuscritos era de origen visigodo, convertido al islam, salido a la fuerza de Toledo en 1.468. Desde entonces, todos los descendientes han ido engrosando aquel legado histórico de sus antepasados y en la actualidad es una importante fundación, con exposición permanente, amparada por la Junta de Andalucía.

El 6 de Abril de 2.012, una semana después de la caída de Tombuctú en manos yihadistas, el director y responsable del Fondo Kati (Ismael Diadié) abandonó la ciudad con su familia, llevándose una gran parte de los manuscritos. 
Previamente había repartido entre familiares y amigos el resto de 
aquel legado vinculado a la historia de Al-Andalus. 
La mayor parte del material había quedado en manos de su chófer y buen amigo Baba Pascal que recibió, hasta en cuatro ocasiones, la visita de los radicales. 
Baba quedó encargado de la custodia de las instalaciones pero éstas estaban casi vacías; el legado principal estaba escondido en lugar seguro.

- ¡Esta es una biblioteca judía! -espetaron a Baba los yihadistas. 
Acto seguido amontonaron y rociaron con gasolina muebles, papeles administrativos, fotos y unos centenares de libros que encontraron, convirtiéndolo todo en una gran hoguera. 
Sin embargo lo que había quedado entre aquellas paredes había sido digitalizado y por lo tanto no se ha perdido la valiosa información que contenían. 
Los radicales volvieron hasta dos veces más y el local fue saqueado totalmente, pero el grueso del legado estaba a salvo.

Más de 100.000 manuscritos de valor incalculable se reparten hoy en una treintena de bibliotecas de la ciudad de Tombuctú y en algunos pueblos de los alrededores. Solo el centro Ahmed Baba alberga cerca de 40.000 pero la mayoría están en Bamako, a donde se los llevó Ismael Diadé para protegerlos de los yihadistas. Como se ha dicho anteriormente, las raíces de la familia Kati comienzan en Toledo de donde tuvieron que marchar en el siglo XV. Pueden por tanto considerarse tan castellanas como africanas y eso lo saben sus descendientes que han ido guardando con orgullo documentos y manuscritos de sus antepasados. 

El último de ellos, Ismael Diadé, cuenta que fue su padre el que tuvo la idea de crear la fundación y de exponer allí aquel tesoro familiar, hasta entonces guardado en cajas y baúles. 
"Salí hace dos meses de Toledo, tierra de los moros, camino del sur donde espero encontrar la paz" -decía uno de estos documentos, que casi se deshacía al tocarlo. 
La querencia de Al Qaeda por su antigua tierra, el Al-Andalus, ya quedó patente en otras actuaciones anteriores a este atentado. Esta vez buena parte del tesoro fue salvado, pero no todo. Investigaciones de la UNESCO determinan que alrededor de 4.200 manuscritos han desaparecido. Algunos de ellos, quizás un millar largo, fueron quemados por los Yihadistas en sus visitas a la sede del Fondo Kati pero otros vagan por los mercados europeos de antigüedades buscando comprador. No todo el peligro estriba en el fanatismo religioso...

RAFAEL FABREGAT

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