11 de diciembre de 2013

1207- LA DERROTA DE ALGECIRAS.

Buena parte de la culpa de esta derrota naval frente al moro la tuvo el infante Sancho, que posteriormente reinaría en Castilla con el nombre de Sancho IV el Bravo. Sancho era hijo segundo del rey Alfonso X el Sabio y de la reina Violante de Aragón, hija de Jaime I el Conquistador pero, muerto el primogénito (Fernando) en lucha contra los moros de Fez, Sancho se ciñó la corona en contra de la voluntad de su padre y del testamento redactado por éste que, acogiéndose al derecho romano, la quería para los hijos de su primogénito. Siendo todavía infante de Castilla, Sancho se apropió de los fondos que su padre Alfonso X el Sabio tenía destinados para sufragar los pertrechos necesarios para la flota, motivo por el cual ésta fue condenada a sufrir graves problemas de abastecimiento. Padre al fin y al cabo, Alfonso X dejó sin castigo la actitud de su hijo Sancho y cargó la responsabilidad de dicho acto sobre el almojarife judío Yishaq de la Maleha que sería destituido y ejecutado. 

El sultán merínida Abu Yaqub Yusuf había desembarcado en la península el año 1.275, ocupando la estratégica plaza de Tarifa y el rey castellano pretendía poner fin a esta ocupación. Alfonso X mandó a su hijo el Infante Pedro de Castilla que reuniera la flota de Sevilla, consistente en más de 100 barcos de diferente calado, en los que viajaban 30.000 caballeros que en principio no tenían otra misión que la de cercar la ciudad de Algeciras. Rápidamente las tropas terrestres rodearon la ciudad, mientras la flota establecía su base en Isla Verde. En Febrero de 1.278 llegó a la plaza el rey Alfonso X pero, aunque puso en práctica distintas estratagemas, resultó imposible romper las defensas y finalmente el rey regresó a Castilla. A partir de ese momento y por alguna razón que se desconocía, hubo dificultades en el abastecimiento del bando cristiano desde Sevilla. 

El alimento empezaba a escasear. Más tarde se sabría que los impuestos recaudados en Castilla para alimentar a las tropas fueron desviados por el Infante Pedro de Castilla. Ese verano fue especialmente caluroso y prontamente el agua y los escasos suministros se echaron a perder causando un episodio de peste. Especialmente los marineros, peor alimentados, estaban débiles y enfermos y muchos de ellos tuvieron que abandonar sus puestos y ser trasladados a tierra para ser atendidos, motivo por el cual muchos barcos quedaron anclados en el puerto sin ocupantes o con una tripulación muy escasa. Mientras tanto los moros asediados mantenían comunicación con Gibraltar, mediante palomas mensajeras, siendo informados aquellos de la penosa situación por la que pasaban los sitiadores castellanos. 

Conocida la situación del enemigo, el rey de Marruecos ordena preparar las 14 galeras de las que dispone en Tánger para mandarlas a Algeciras. 
También Abu Yusuf Yaqub hace lo propio y manda su flota bajo el mando de su propio hijo Abu Jacob Yacub. Son 72 barcos, a los que se suman los 14 enviados por el sultán de Tánger
Acercándose sigilosamente durante la noche del día 25 de Julio la flota marroquí arremete contra la cristiana, anclada y casi vacía. Rápidamente la escuadra es derrotada e incendiada, siendo degollados los tripulantes encontrados y cogidos como rehenes los oficiales. En apenas unas horas Castilla pierde toda su flota sin apenas presentar batalla. 

El almirante español Pedro Martínez de Fe conocía el mal estado de la flota y la epidemia de escorbuto en la que se encontraba inmersa la tripulación pero, aún así, decidió lanzarse al ataque en defensa de la flota castellana, como era su deber. Mientras esto sucedía, las puertas de la ciudad se abrieron y miles de soldados asediados se suman a la lucha contra los castellanos que son derrotados completamente. Todos los barcos cristianos son hundidos o incendiados. 
Mientras en Castilla se discutía la legitimidad de la sucesión del rey Alfonso X, el sultán se había hecho fuerte en Algeciras y reclamado el apoyo de los sultanes vecinos derrotaba a un enemigo que apenas pudo presentar batalla. 

Aunque el número de naves favorecía a los cristianos, la excelente preparación de las fuerzas benimerines de Yusuf dieron rápida cuenta de la flota española ajada y enferma. 
Hubo derrota naval sí, pero sin batalla. Ésta solo se presentó entre las fuerzas de tierra, pero también fueron arrollados por el doble número de invasores. 
Ese mismo año Alfonso X firmó una tregua con los benimerines y el rey de Fez ordenaría la construcción de la Villa Nueva de Algeciras en el mismo lugar del asedio castellano. 
Cosas de la Historia, siempre marcada por los intereses políticos, la derrota castellana frente a Abu Yaqub Yusuf llevaría a acuerdos comunes entre Castilla y los meriníes frente a Muhammad II de Granada.

RAFAEL FABREGAT

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