25 de marzo de 2014

1308- EL CASTILLO DE MONTALBAN.


Una de las fortalezas más antiguas a la izquierda del río Tajo. Originalmente moro, pero más pequeño, fue reconstruido por los Templarios en tiempos de la Reconquista. Es el más robusto de los castillos de la provincia de Toledo, motivo por el cual fue sitiado pero nunca atacado en las muchas batallas habidas en la comarca. 


En su interior se conservan restos del castillo moro inicial, abandonado tras la reconquista de Toledo
Son 15.000 m2. rodeados de muralla almenada y torres cuadrangulares, con garitas en sus ángulos de ataque y foso natural de 100 metros de altura al río Tocón en dos de sus caras y fuertes torrenteras en la tercera de ellas. 
Solo la fachada sur da a terreno llano, sobre el que debían de concentrarse las fuerzas defensivas. 
El acceso al castillo se lleva a cabo por medio de dos puertas protegidas por dos grandes torres de planta pentagonal; maciza la de la izquierda y provista de habitaciones la otra, así como de saeteras y matacanes.

Ambas torres están emplazadas sobre el camino de ronda y se accede a ellas por medio de una escalera abierta por el interior de la muralla. 
La torre habitable se halla unida a la del Homenaje ya ubicada en el interior del recinto. 
Justamente por la imposibilidad de ser atacado por las partes que dan al río Tocón, las murallas de esa zona son más débiles y peor conservadas. Este castillo pertenece al ducado de Osuna y se conserva completo en su interior, aunque se encuentra en ruina progresiva, por falta de inversiones. Esta fortaleza es accesible por medio de visitas guiadas. 
Sin embargo lo más curioso de este castillo, como en buena parte de las construcciones antiguas, son sus leyendas. 

Una de las vitrinas del museo.
Ante el rápido avance de la invasión musulmana por la península Ibérica, los visigodos con capital en Toledo decidieron esconder sus tesoros de la rapiña mora antes de escapar. 
Se dice que eran incalculables y entre ellos figuraba la "Mesa de Salomón", un raro objeto de oro, de varias arrobas de peso, en el que se describía mediante jeroglíficos la Creación de mundo y el hombre.
Los visigodos escondieron sus tesoros en sarcófagos y grutas provocando que algunos reyes encargaran su búsqueda posterior. Sin embargo no hubo suerte hasta bien entrado el siglo XIX cuando, en la localidad de Guadamur, fue encontrado el Tesoro de Guarrazar, una parte de aquellas riquezas. 

Los visigodos, en clara huida hacia los montes de Toledo fueron escondiendo su tesoro en diferentes localizaciones, se dice que principalmente grutas y tumbas, motivo por el cual este tipo de localizaciones fueron rebuscadas decenas de veces a lo largo de los siglos posteriores a la Reconquista, aunque sin resultado positivo. Solo el de Guarrazar forma parte de aquella serie de enterramientos del fabuloso tesoro visigodo y por proximidad y características se ha creído siempre que el monasterio visigodo de Santa María de Melque. Este monasterio bien pudo ser uno más de los emplazamientos del tesoro visigodo, pues fue construido por ellos sobre unas ruinas romanas en el mismo término municipal en el que se halla el Castillo de Montalban

Uno de los sitios donde podían haberse enterrado parte de dichos tesoros visigodos podía ser perfectamente esta iglesia o el castillo que nos ocupa en el día de hoy. Se preguntarán que relación tiene una cosa con la otra... Pues la tiene, ¡vaya si la tiene!. 
Se conoce desde muchos siglos atrás que el Castillo de Montalbán, construido posteriormente por los moros, estaba unido a esta iglesia por medio de un largo pasadizo subterráneo, algo más de 5 Km., pero hay más. 
A medio camino parece ser que habría algo parecido a un laberinto. Una intrincada red de galerías que no llevaban a parte alguna y que bien podían ser el escondite perfecto para un gran tesoro. 
Eran muchas las vinculaciones. El arcosolio de la iglesia, largos pasadizos secretos y su vinculación con la Orden del Temple.

Son muchas las ocasiones en las que los Templarios han protagonizado leyendas y tradiciones con tesoros de los que nadie conoce su procedencia. El Tesoro de Guarrazar son una serie de piezas de orfebrería compuestos por cruces, coronas de reyes visigodos, cinturones y otras piezas, todas ellas de oro y engastadas con zafiros, perlas y otras muchas piedras preciosas de gran tamaño y valor incalculable. 
La presencia de joyas bizantinas en los tesoros visigodos era de tal magnitud que se hablaba de que "en la iglesia de Mérida había joyas para llenar varios carros"... 
El tesoro encontrado en Guadamur está repartido entre el Museo Cluny de París y los madrileños de la Armería Real y el Museo Arqueológico Nacional.


Al parecer las galerías que conectaban el Castillo de Montalban con la iglesia de Santa María de Melque se desmoronaron muchos siglos atrás e incluso se ha perdido la pista del enclave desde el que partían. 
Sí que se mantienen las que parten de la citada iglesia, pero no llevan a parte alguna por los mismos derrumbamientos y la compactación del terreno que los ha hecho desaparecer. 
Que ambas construcciones estuvieran conectadas en algún momento de la Historia es pura leyenda. 
De todas maneras los historiadores de dicho fenómeno aseguran que el funcionamiento de unas y otras son totalmente anacrónicas y por lo tanto difícilmente pueden guardar un secreto común. 
A no ser, claro está, que los musulmanes fueran a construir su castillo justamente a la salida de la galería. ¡Que también hubiera podido ser...! 



El caso es que hemos hablado de todo, tanto o más que del propio Castillo de Montalbán que es el que nos ocupa en el día de hoy. 
Bien, es que tampoco hay mucho que decir. 
El castillo moro inicial fue cedido por Alfonso VII a los Templarios a mediados del siglo XII y ampliado por éstos hasta convertirlo, junto a las dehesas circundantes, en la más importante encomienda de la Orden en Castilla
En 1.308 volvió a manos de la Corona. 

Tras las controversias surgidas a la muerte del rey, su heredero Pedro I de Castilla mandó que se le añadieran nuevas defensas. 
Tras muchas vicisitudes este castillo pasó a manos del don Álvaro de Luna, Condestable de Castilla y sobrino-nieto de Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna
Bajo el reinado de Enrique IV, el castillo fue adquirido por el valido del rey Juan Pacheco, duque y maestre de la Orden de Santiago.



Desde entonces hasta hoy ha ido transmitiéndose a sus sucesores los duques de Osuna aunque, como puede verse en las fotos adjuntas, el estado actual es lamentable y de no tomarse alguna medida podrá ser un montón de ruinas en pocos años.


RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario