12 de mayo de 2014

1371- CIEN OBISPOS DE ARMAS TOMAR.

Plaza Mayor de Sigüenza.
Así se llama popularmente Sigüenza: "La ciudad de los cien obispos de armas tomar".  Mucho lamento, habrá que paliarlo, no conocer la provincia de Guadalajara. Presumo de haber pateado España de norte a sur y de este a oeste, pero siempre hay alguna provincia (en este caso son tres) que quedan en el tintero porque hay que ir exprofeso y Guadalajara es una de ellas. Desde luego habré de corregir este fallo imperdonable pues me consta que hay muchos puntos de gran interés y naturalmente la ciudad de Sigüenza es uno de ellos, dada mi afición a la Historia. Mi pasión son los monumentos y por consiguiente las iglesias, ermitas, castillos, barrios medievales, puentes y ruinas de cualquier época.

Hoy traigo a este blog el Castillo de Sigüenza, como punto culminante de un pueblo medieval, de larga y brillante historia. En verdad es un palacio-fortaleza, erigido en el siglo XII sobre castillo musulmán, pero hagamos un poco de historia... 
Sigüenza ya fue población importante cuando con el nombre de Segontia era enclave celtíbero en los cerros de la margen derecha del río Henares. Posteriormente cartaginesa, fueron los romanos quienes siglos después construyeron un torreón de vigilancia en el mismo lugar que ocupa la fortaleza actual y la ciudad se convirtió en en importante lugar de paso que daría posterior cobijo a los visigodos con capital en Toledo.


Un fatídico día del año 713 aparecieron allá a lo lejos las mesnadas invasoras de Tarik el moro de paso hacia Zaragoza. Prácticamente indefensa, la capitulación de Sigüenza fue inmediata y también la petición de tributos a partir de esa fecha. La ciudad quedó convertida en estratégica medina pero pronto su importancia fue decayendo hasta quedar como pueblo dependiente de Medinaceli. Llegado el siglo IX, el imparable avance de la Reconquista a cargo de los reyes castellanos, indujeron a los musulmanes a ampliar el torreón vigía convirtiéndolo en importante Alcazaba que es hoy monumento histórico de la ciudad, aunque varias veces restaurado y ampliado.


La Alcazaba y su arrabal judio vivía independiente de la Medina Baja, llamada de Santa María, habitada por mozárabes de menor categoría que vivían al amparo de su basílica. Las continuas escaramuzas cristianas fueron mermando la población de la medina hasta casi dejarla despoblada. La primera reconquista de Sigüenza fue en 1085 por Alfonso VI el Bravo pero poco después aquellas tierras fueron reconquistadas por los almorávides. La reconquista definitiva del Castillo de Sigüenza fue en 1124 a cargo de Alfonso VII y de D. Bernardo de Agen, obispo de Sigüenza, un bravo guerrero al que el arzobispo de Toledo le había encomendado la misión de apoyar al rey en la liberación de aquellas tierras.

Parte baja de Sigüenza, vista desde el Castillo.
No era pues la primera vez que el obispo D. Bernardo luchaba contra los moros por la liberación de Sigüenza. Tras la expulsión morisca, estando la población dividida en dos núcleos, quedó la alcazaba para la Corona y la Medina Baja a orillas del Henares para el obispo D. Bernardo. En base a sus méritos personales y a los de los monjes guerreros que le acompañaban, logró el obispo que Alfonso VII le concediese el Señorío de Sigüenza y el propio Castillo para él y su Cabildo. Así mismo Doña Urraca, madre del rey, les concedió la décima parte de todos los quintos, alcabalas y portazgos de Atienza y Medinaceli, a los que Alfonso VII añadió los de Santiuste y todas sus aldeas para reparación de la iglesia sustento de D. Bernardo.


Plaza interior del castillo de Sigüenza.
En 1146 se ratificaron todas estas donaciones bajo una misma jurisdicción a las que D. Bernardo correspondió con sus derechos sobre Caracena y Alcubillas a la Corona por ser propiedades personales del obispo. Para entonces ya estaba reedificada y fortificada la basílica visigoda de la Sigüenza Baja y restaurado y adecuado el Castillo, acogiéndose en ambos enclaves gran número de nuevos moradores que incrementaron notablemente la población. El obispo-guerrero de Sigüenza D. Bernardo de Agen moriría en 1152 luchando una vez más contra los moros de Molina de Aragón, que les hostigaban frecuentemente. Sus sucesores Pedro de Leucata y D. Cerebruno aumentaron la riqueza de Sigüenza con la construcción de una catedral y la ampliación de su castillo.

Antigua puerta de acceso al castillo. 
El rechazo definitivo de los moros asentados en las proximidades del Tajo trajeron larga paz en aquellas tierras, que acabaría a finales del siglo XIII con las luchas fraticidas de los pretendientes a la corona de Castilla. El castillo de Sigüenza, habitado por el anciano obispo D. García, fue ocupado mediante soborno al centinela por la facción contraria a la que el obispo era partidario. Huyó éste por una puerta trasera hasta la población que acudió rápidamente a los gritos del obispo para ayudarle.
"Acudieron os vecinos espantados é viendo que non podían entrar, tomaron una cuba vacía e pusieron muchos tosinos dentro é dieron fuego para quemar la puerta".
A los ocupas, que solo eran medio centenar, con los nervios se les cayó el cubo al pozo y a falta de agua echaron una cuba de vinagre y el fuego se reavivó dejando la puerta toda chamuscada.

Esa misma noche los atacantes se fueron por donde habían venido, no sin antes hartarse hasta reventar con las muchas viandas y buenos vinos que el obispo tenía almacenados. Mientras tanto los que habían quedado en el exterior del castillo, controlando la asistencia que se pudiera recibir del exterior, quedaron en ayunas y recibiendo las pedradas de los seguntinos que llegaron en ayuda del obispo. El anciano D. García, que en una noche tan fría y en paños menores se había guarnecido en la catedral, al día siguiente fue devuelto por los seguntinos con pompa y solemnidad hasta su fortaleza. Para que no se repitiera acción semejante, se aprovechó el cambio de la puerta para construir matacanes en las torres que flanqueaban la entrada.


Ocupado por los sucesivos obispos de Sigüenza hasta 1798 fue desalojado con motivo de la Guerra de la Independencia, llegando hasta su total abandono. En 1827 acogió al rey Fernando VII y su corte durante tres días. Poco tiempo después sufrió grandes destrozos con motivo de las Guerras Carlistas y a mediados de siglo un gran incendio acabó por arruinarlo completamente. Una parte del mismo fue utilizada a principios del siglo XX y hasta la Guerra Civil Española como Cuartel de la Guardia Civil. Posteriormente cuartel del Ejército Popular Republicano, lo que provocó su destrucción durante la contienda posterior. Tras decenios de completa ruina fue restaurado y a partir de 1972 utilizado como Parador Nacional.

RAFAEL FABREGAT

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