22 de mayo de 2014

1383- VIAJAR ENSEÑA A VIVIR.

Presumo yo de haber pateado España al completo. Es verdad, ya lo tengo dicho, que hay tres provincias que no conozco porque vienen de punta y hay que ir aposta, pero estoy en ello. Una de ellas es Guadalajara y la veré la próxima semana Dios mediante. Me quedará Huelva y Palencia. Veremos más adelante que puedo hacer al respecto...
Pero sigo... Yo no soy de ir mucho por la iglesia, pero mi primera visita en cualquier viaje suele ser a la catedral, si la hay, a los monumentos más destacados y también al mercado central del lugar. ¿Manías?. Pues bueno, manías. 


Catedral de Santiago. Tres visitas, dos multas por exceso de velocidad.
Para mí lo primero es la Historia y después el día a día, incluido un buen paseo por la zona peatonal de la ciudad de que se trate, con sus tiendas y su bares, degustando lo más típico de cada lugar, incluyendo sus vinos y especialidades, aparte de comprar alguna pequeña cantidad para las hijas y para mí mismo. Si voy a la Rioja traigo vino, si es a la Mancha traigo quesos, etc., etc. En lo que se refiere a la Historia, procuro ya salir de casa con la lección bien aprendida de lo que ofrece el destino a visitar. Cuando cruzo el umbral de una catedral, un monasterio o un destino arqueológico, suelo saber si voy a encontrar un edificio románico, gótico, con claustro o sin él, enterramientos allí ubicados, etc. 


Ir a visitar un destino sin saber nada del mismo es complicado y difícil de comprender, mientras que si vas con la lección aprendida todo es más sencillo y ameno. Todo encaja, todo tiene su por qué. Verlo in situ es solo una forma de corroborar y visualizar lo que ya conocías de antemano. Pero claro, el título de la entrada de hoy habla de mercados y a ellos debemos referirnos sin más dilación. Como he dicho antes, también solemos visitar el mercado del lugar y hasta incluso algún mercadillo de antigüedades, que siempre es interesante. 


Bodegas Ysios, La Guardia (Álava)
Me consta que somos muchos los que disfrutamos viendo los mercados y no solo viéndolos, sino también aprovechando la gran oferta que tienen para comprar esos productos locales que allí vamos a encontrar sin duda alguna. De todas formas, cuando se puede, esas compras locales prefiero hacerlas al mismo productor. No por ahorro, que no lo hay, sino porque es entonces cuando mejor se sabe lo que compras. No hace demasiado fui con mi mujer a la Rioja y compramos el vino en una Cooperativa, las alubias pochas a un agricultor que estaba desgranándolas en la acera de su casa y visitando Santo Domingo de la Calzada, compramos gallinas para toda la familia. ¡Decorativas, claro está!. 


Mercado de la Boquería, Barcelona.
Hará 40 años que viajo a Barcelona decenas de veces y no puedo evitar, si voy a la propia capital, el hacer una visita al Mercado de la Boquería. Me gusta el ambiente de mercado y más cuanto más importante sea.
Si voy a Zamora, me acerco a comprar vino de Toro; si es en Astorga, compro sus mantecadas; si en Cáceres el pimentón dulce de la Vera y el jamón pata negra; los judiones de Segovia; los pimientos, espárragos y vino rosado de lágrima de Navarra... Así un largo etcétera que ameniza mis viajes y entiendo que me da a conocer otros gustos y culturas de cada lugar que visito.


Lechazo al horno. CASA DUQUE (Segovia)
Tanto mi mujer como yo, en nuestros viajes solemos comer lo típico de cada zona. Me parece una aberración ir a Galicia y comer magro empanado con patatas fritas. ¿Habrá que comer marisco?. Está claro, ¿no?. Fabada en Asturias, lechazo o cochinillo en Segovia (sin olvidar la leche frita), la paella en Valencia, el pescadito frito y tortilla de camarones en Sevilla, los zarajos en Cuenca y los boliches en Embún en Jaca o en la propia Huesca. 
Leche frita. Postre castellano muy, pero que muy rico.
No podemos ir a ver al Papa a Lisboa... Habrá que ir a Roma. Porque digo yo... Si no es así, ¿para qué salimos de casa?. Yo conozco mucha gente (yo también he ido para verlo por mí mismo) que van a Puertomingalvo (Teruel) a comer caldereta de langosta. ¿Tiene eso algún sentido...? Pues sí, lo tiene. Es el precio. Naturalmente se trata de langosta congelada, que trabaja un restaurante cuyo dueño ya se dedicaba a la restauración cuando regentaba un negocio parecido cerca de Castellón y ha querido mantenerlo allí, en plena Sierra de Gúdar. Pero, en fin, lo que es negro... ¡no puede ser blanco!.


Mercado Central de Valencia. Estilo modernista. (1914)
Salvo excepciones, lo mejor de cada sitio está en su sitio. Una vez, a la salida de visitar la Mezquita de Córdoba, pedí paella en un restaurante que hay en las proximidades. No vamos a citar nombres. Me sacaron un plato con una flanera de aluminio boca abajo y medio tomate a su lado. El camarero deja el plato frente a mí y levanta la flanera dejando a la vista un arroz blanco con guisantes.
  - ¿Es esto la paella? -le pregunté con una sonrisa.
  - Si señor. ¡Y está buenísima! -me dice satisfecho.
  - Perfecto -respondo- pero llévesela y traígame un entrecot al punto.
Y es que viajando, se aprende una barbaridad. ¡Y sin tener que ir al colegio!

RAFAEL FABREGAT

  

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