16 de septiembre de 2014

1513- EL CONFLICTO DEL PAN.

Sucedió en Madrid, pero también en el resto de España, a principios del siglo XX. El hambre, por la carestía de la vida y especialmente del pan, exacerbaba los ánimos de una población desfallecida. El 20 de Enero de 1.907 manifestantes desesperados asaltaron la tahona de la calle Santa Isabel. Aunque dueño y empleados pudieron repeler a los acalorados ciudadanos, otros establecimientos no tuvieron tanta suerte y fueron vaciadas sus estanterías y apredreados sus escaparates. Los asaltos a panaderías y los desmanes de todo tipo se sucedían en las calles madrileñas de forma imparable, ante la impotencia de policía y autoridades por controlar a la ciudadanía.

Indefectiblemente las manifestaciones al respecto tenían su final a las puertas del Ayuntamiento. El Gobierno estudió por fin la posibilidad de reunir la harina suficiente para poder ofrecer a los ciudadanos una cierta cantidad de pan a precio de tasa. Mientras tanto la Guardia Civil a caballo patrullaba por las zonas más conflictivas y especialmente por la Plaza de la Cebada, punto de reunión de los dirigentes de las manifestaciones en contra de la permanente subida de los precios. No sería hasta finales de Noviembre de aquel año cuando, en colaboración con el Ejército, se logró aumentar la producción de manera suficiente, pero las largas colas para obtenerlo se mantenían y no solo en Madrid, sino en toda España.


Naturalmente hubo que abastecerse de harina de fuera, pero el 28 de Noviembre de aquel fatídico año 1.907 España tenía pan suficiente para todos. Aún así los conflictos siguieron puesto que, amparados por la natural desconfianza, mucha gente se suministró con largueza y a otros no les llegó. El problema seguía, por problemas de reparto y de nuevo las autoridades hubieron de intervenir. Ahora eran los panaderos los que se declaraban en huelga, pues el propio Gobierno les hacía la competencia aportando ingentes cantidades de pan a precio más bajo. Haciendo oídos a los tahoneros las autoridades aumentaron la producción que, sumada a la llegada de pan de los pueblos próximos, normalizarían la situación.


La censura de los panaderos se dirigeió entonces al Gobernador Civil asegurando que no era cierto que éste les ofreciera harina a precios de tasa para poder fabricar pan más barato. El Alcalde salió al paso para asegurar que gracias al pan llegado de fuera y al alarde productivo de la Panificadora y Gobernación Militar, pudo garantizarse el normal abastecimiento de pan a toda la población, quedando prohibida -eso sí- la producción de "pan de lujo" hasta nueva orden. Sin embargo en la calle no cesaban las protestas. Ante la falta de harina barata, algunos tahoneros trajeron sacos de pan de los pueblos próximos y los vendían en la calle. 


Carros cargados con pan para los comedores sociales eran custodiados por las fuerzas públicas y aún así asaltados por la muchedumbre hambrienta. También los tumultos se sucedían entre quienes esperaban durante horas en la cola para recibir el ansiado alimento. La Guardia Civil llevó a cabo algunas cargas para controlar la situación. La solución definitiva vino con la compra de trigo americano, a precios muy inferiores al de producción nacional. La adquisición de 128.000 toneladas a 60 pesetas el saco de 100 kilos, consiguen abaratar los precios del trigo nacional y consecuentemente del pan. Sin embargo la reacción favorable del mercado se nubla ante el inevitable acaparamiento.


Según las autoridades había un exceso de tahonas y más aún de obreros del sector. Saliendo al paso de posibles huelgas, el Gobierno propuso una acción cooperativista para que desaparecieran los conflictos. Paralelamente seguiría comprándose trigo extranjero cuando la producción interior no fuera la suficiente. Según la información periodística de aquellos días, para abonar la diferencia de jornales a los panaderos con respecto al nuevo precio de las harinas, en quince meses el Estado sacó de sus arcas 30 millones de pesetas, solo en Madrid. El Gobierno marcó precios máximos y un buen número de artesanos cerraron sus negocios, pero el conflicto del pan quedó resuelto.

RAFAEL FABREGAT

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