29 de septiembre de 2014

1530- EL INCESTO, ¿NO ES PECADO...?

Lot, sobrino de Abraham, y sus hijas.
Desde el punto de vista histórico, nadie se escandaliza puesto que todos sabemos que el incesto fue una práctica bastante habitual en épocas pasadas y justamente entre las familias más poderosas del mundo. Claro que esas relaciones no estaban presididas por el amor, sino por el interés de mantener e incluso agrandar las propiedades familiares. Efectivamente el incesto es una práctica tan antigua como la humanidad. La Biblia nos cuenta que las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre.  En los primeros tiempos de la humanidad todo era válido para multiplicarse y si en verdad hay Dios, éste sin duda lo aceptaba como forma válida de procreación. Si a esa perversidad sexual se le suman diferentes intereses crematísticos, se obtiene la máxima expresión de lo que la Historia ha escrito en el campo del vicio y del pecado entre parientes. Sin embargo la Biblia disculpa a Lot al decir que sus hijas lo emborracharon y copularon con él sin que éste se diera cuenta. (?)


El pecado que vemos en una relación sexual entre parientes no existe al parecer a los ojos de ese Dios en el que tantos se apoyan para ver el bien y el mal de las cosas. ¿Qué importa en verdad que dos seres tengan lazos familiares, si se aman?. Por lo visto nada, ya que su mujer fue convertida en estatua de sal, solo por volverse a mirar la destrucción de Sodoma y Lot, que embarazó a sus hijas, no tuvo castigo alguno del Hacedor. El amor no sabe de lazos familiares y el incesto es tan solo el fruto de una enseñanza que se nos ha inculcado como fórmula para evitar los problemas de la consanguinidad. No hay pues pecado en el incesto, sino peligro de salud para el fruto del amor entre familiares, que es algo muy distinto.


Cleopatra VII y sus hermanos y esposos.
Hay pues varias formas de incesto. El primero es el del amor prohibido que, por raro, casi es inexistente. El incesto por interés también ha pasado a la Historia, puesto que tales prácticas solo se llevaban a cabo entre las familias poderosas para perpetuarse en el poder; tal es el caso entre las familias de reyes, faraones y otros gobernantes menores, donde se casaban padres con hijos o sobrinos y entre hermanos para mantener el poder de la familia. Esta práctica es antigua y mantenida durante tanto tiempo que finalmente acabó con sus practicantes. Especialmente en Europa tenemos constancia de familias reales que llegaron a embrutecer su sangre en tal medida que la mayor parte de sus hijos nacían muertos o enfermos.


Familias reales europeas.
Todavía en la actualidad, aún con el problema corregido, las casas reales europeas siguen emparentadas entre sí. En mayor o menor grado todas ellas descienden de troncos comunes. Afortunadamente los tiempos han cambiado y ellos mismos se han dado cuenta de la importancia de que entrase sangre nueva en la familia. Hasta hace bien poco, en las familias reales y algunas grandes fortunas, al igual que los faraones egipcios, la práctica totalidad de las bodas eran entre parientes. Casarse no era una cuestión de amor. Para el tema del amor ya tenían a sus amantes. Lo del casamiento era solamente una fórmula para mantener o agrandar el patrimonio familiar, quizás el más pecaminoso de los incestos. 


Zeus y su hermana Hera tuvieron cinco hijos.
En la mitología griega ya procreaban los hermanos entre sí y los padres con las hijas. Lo mismo en Asia y el resto de Europa. Entre reyes y faraones la unión de padres con hijos o entre hermanos ha sido durante siglos frecuente. Tanto que llegó a convertirse en una política de estado. La sangre real era demasiado sagrada como para ser mezclada con la plebeya. Para algunas familias, ni siquiera el hecho de mezclarse con descendientes de otros reyes era suficiente. Tenía que quedar todo dentro de la familia, no queriendo compartir el poder ni la riqueza adquiridos. Se podía rebajar el grado de parentesco, pero sin salirse de la familia. Tales prácticas están pasando, si no han pasado ya, a la Historia.


El incesto que se mantiene vivo en pleno siglo XXI es el de la pobreza. El vicio de la miseria, el del alcohol y las drogas. El incesto de padres y hermanos con sus hijas y hermanas. La promiscuidad provocada por el hacinamiento de las familias extremadamente pobres. Las estadísticas dicen que a día de hoy sigue habiendo abusos de niñas de 10 a 14 años por parte de progenitores, tíos, hermanos y otros familiares, con cópula o sin ella. La ley tiene condenadas estas prácticas, especialmente cuando la violada es menor de edad, pero estos actos quedan muchas veces silenciados dentro de la propia familia y no entran en estadística alguna.

RAFAEL FABREGAT


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