9 de mayo de 2015

1751- LAS VACAS FLACAS.

Esto de la crisis no es nuevo. Según el libro 41 del Génesis, desde que el mundo es mundo, siempre hubo años de hambre y años de bonanza, pero nadie presta atención mientras las vacas gordas pacen y sí cuando las flacas aparecen. En cualquier época y en cualquier oficio, la línea económica dibuja un recorrido en zig-zag. Dientes de sierra lo llaman algunos. Da lo mismo hablar de política, del tiempo, o de los precios de cualquier producto. Nada, y tampoco las líneas económicas, marcan siempre la misma dirección. El motivo, claro está, somos nosotros que, queriendo aprovechar al máximo el escaso tiempo que estamos en este mundo, abusamos cuando podemos y justamente por ese ir siempre a la máxima velocidad posible, el tráfico sufre retenciones.

Intentando escapar de las vacas flacas que nos rodean, como los nórdicos con posibles escapan de las bajas temperaturas de su país llegando a tierras españolas, los jóvenes y algunos con más de cuatro décadas a sus espaldas, escapan a otros países buscando una panacea que no existe. Cincuenta años atrás los españoles ya marchan a trabajar a Alemania o a la vendimia francesa y ¿cual fue el resultado?. Pues, nada. Todo bastante mediocre, diría yo. Trabajar mucho y gastar poco para mostrar a familiares y amigos el fruto de unas penalidades que no se reconocían. Son las mismas historias que los centroafricanos, que consiguen llegar a Europa, cuentan a sus familiares y amigos. Pero en la realidad hay más miserias que alegrías.


Especialmente en tiempos de posguerra los españoles tenían pocas sobras, pero los bares y tabernas estaban llenos y, al final de la jornada, al menos había para tomarse un chato de vino con los amigos. Esa misma gente, cuando marchaba a Alemania o a la vendimia francesa, de la casa a la viña y de la viña a la casa. Traían algo dinero ¡solo faltaría! pero a costa de mucho trabajo y de todos los sacrificios imaginables. Los milagros, lamentablemente, no existen. En el momento actual de crisis generalizada, los jóvenes marchan al extranjero. Como entonces, muchos sin apenas conocer el idioma, buscando ese milagro que casi nunca llega. La historia se repite, ¿qué le vamos a hacer?.


Hace diez años éramos la envidia de propios y extraños, también de franceses y alemanes. En la actualidad vamos nosotros allí, pero no de vacaciones, sino a implorar un trabajo por simple y mal pagado que esté. Solo cuatro aventajados emprendedores, excelentemente preparados en lo suyo, va con ciertas garantías de éxito. ¿De qué nos extrañamos?. Es lo natural. Buenos profesionales siempre los ha habido, pero esos difícilmente emigran. El buen panadero o el frutero pillo y simpático, siempre están ahí, negando el éxito que les acompaña. ¡Está muy mal la cosa! -dicen ellos. Porque para esa gente el negocio siempre está en crisis, pero compran casas, dan carreras a sus hijos y cambian de coche de vez en cuando...


Las vacas flacas, siempre son para los mismos. Para necios y aventureros que no hacen un correcto estudio de mercado. Que alguien, con pleno conocimiento de causa, abra un negocio a sabiendas del riesgo que corre es harina de otro costal. Muchas veces la inercia de un antiguo negocio familiar, hace que uno de los hijos intente seguirlo dándose un canto en los dientes. Pero en las calles de cualquier ciudad estamos viendo crecer como hongos nuevos negocios que en pocos meses se cierran. Creo que, en el 90% de los casos, eso ya se venía venir y con ese tipo de aventuras el pobre queda más pobre, si no endeudado hasta las cejas. Ser valiente es otra cosa bien distinta.

El dinero escasea, pero los profesionales también. Panaderías y fruterías ya no son lo mismo, como tampoco lo son barberías, sastres y un larguísimo etcétera. Pan congelado, fruta importada, peluquerías unisex y ropa confeccionada por desheredados de la justicia, en países orientales. El buen panadero que conocía a sus clientes y les ofrecía el pan de su preferencia, caliente y en su punto exacto de cocción ya no existe, como tampoco existe aquel frutero que acudía al Mercado de Abastos a las cuatro de la mañana para poder situar en sus anaqueles la fruta más fresca para deleite de su clientela. Bueno, existir existen, pero cada día son menos, motivo por el cual esos profesionales apenas si notan la crisis.


Lo de los "emprendedores" es una falacia, una burbuja con más peligro que otra cosa. Pero cuando la frustración empieza a calentar cabezas, cualquier peñón nos parece una isla y uno se lanza al agua como podría lanzarse al vacío. La esperanza es lo último que se pierde y se sigue esperando el milagro. Ese futuro que traiga satisfacción y llene la despensa. Incluso se sueña con algunos ingredientes vistos en algún programa de cocina televisiva. Al final la realidad nos muestra un bote de garbanzos precocidos, una lata de sardinas y unos tomates pasados, para los que no salen recetas en el citado programa. Finalmente el menú a preparar es la resta de lo que entra en la casa y lo que sale. Seguiremos esperando que, con el tiempo, el resultado de esa resta sea más favorable.

RAFAEL FABREGAT

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