3 de junio de 2015

1779- ¿TIENES UN "CLÍNEX"?.

Tengo un constipado de aúpa, que vengo arrastrando desde mediados de Mayo, cuando nos llegó a España una ola de calor subsahariano que obligó en algunos lugares al uso del
aire acondicionado fuera de temporada. En el Levante español se registraron puntos con hasta 44ºC, una temperatura (la más alta de la Historia para esta fecha) no usual ni siquiera en pleno verano.
- ¡Toma! -me dice mi mujer alargándome uno de esos packs de "clínex" de 10 unidades- ¡Y quédatelo que llevo más...!
- Gracias. Llevo tosiendo y estornudando desde hace más de dos semanas -le digo.
- Sí, sí, pero al médico no has ido -me reprende.
- Yo... esperaba que se marchara en unos días, pero ya ves -le digo, por decir algo.
- ¡Tú siempre igual! -insiste la mujer dando la vara.


No hace tanto, ese popular pañuelo de papel no existía. ¿Quien no se acuerda de su aparición, hace ya más de 50 años atrás...? Bueno, en verdad, el invento viene de mucho más lejos. Parece ser que durante la Primera Guerra Mundial se produjo una gran escasez mundial de algodón y una bestial subida de precios en las pocas existencias que había. Ante precios tan disparatados se hizo obligado encontrar un sucedáneo que pudiera atender las necesidades de clínicas y hospitales de guerra. Este sucedáneo fue el antepasado del "clinex", un algodón de celulosa al que se bautizó con el nombre de celucottón. El material cumplió ampliamente las expectativas y se utilizó desde el primer momento como vendaje, pero también como filtro de aire y hasta de compresa.


Su fabricación fue de tal envergadura que al finalizar la contienda quedaron miles de toneladas de stock que nadie sabía cómo darle salida. La primera idea fue su utilización como compresa femenina (kotex) pero no tuvo éxito. Ante lo disparatado del stock la idea de consumo tenía que ser universal, para sacar el producto de la forma más rápida posible. Se probó en el campo de la cosmética, como toallita desmaquilladora, apareciendo en las revistas de moda apoyado por varias actrices del momento. La campaña funcionó, pero no lo suficiente. De todas formas los disgustados promotores no hubieron de hacer nada más... A las pocas semanas se produjo un hecho inesperado. Desde todas las partes del mundo empezaron a llegar cartas contando que su verdadera utilidad era como pañuelo.


Las toallitas desmaquilladoras (Kleenexkerchiefs) pasaban a ser algo secundario y de escasa tirada, para dar paso al pañuelo de papel, más económico por no precisar de impregnación alguna y fácil de llevar en el bolsillo en pequeños packs de 10 unidades.
Las mujeres estaban hartas de lavar (entonces básicamente a mano) los pañuelos propios y los de maridos, niños y abuelos. Un trabajo bastante asqueroso, para quien no lo conozca. Igual de asqueroso era, tras sonarse los mocos, depositar ese almacén de gérmenes en el bolsillo de cada uno, hasta su próximo uso. No vamos a dar más detalles, que al fin y al cabo todos conocemos... ¡Qué asco!. En la década de 1920-30 se ideó la cajita dispensadora de pañuelos pero la implantación masiva todavía quedaba lejos.


Con el tiempo, en las casas adineradas las mujeres siempre tenían a mano una de esas cajitas de pañuelos. Nido de discordias puesto que todos los de la casa se dirigían a la cajita de "clínex" cada vez que tenían mocos o estornudaban. Ya próximos a los años 50 se decidió dar una clara y masiva información al mundo sobre el uso ideal del producto, que no era otro que el de simple pañuelo de usar y tirar. Aunque en la propia cajita se recogían hasta cuarenta y ocho usos posibles del producto, éste se presentaba como simple pañuelo desechable. Pronto el "clínex" inundó el mundo y pronto también se facilitaría el envasado compacto de 10 unidades como unidad higiénica y fácil de llevar en cualquier bolsillo. Para otros usos se inventaron otros productos específicos.


El "clínex" se ha convertido pues en algo cotidiano, un producto que sin duda se fabrica en cantidades multimillonarias. Su tacto suave alivia las más delicadas narices femeninas y también las napias del más basto de los mortales. En invierno por el frío y en verano por el aire acondicionado, llevar un paquetito de "clínex" se hace inevitable. Ya no digamos en primavera, con las efervescencias amorosas, o con las rupturas otoñales cuando su uso se dispara más como "recogelágrimas" que como "recogemocos". En fin, es lo que hay. Como se ha dicho al principio, antiguamente unas y otros se recogían en un mismo pañuelo y en el bolsillo de cada cual fermentaba todo, con perdón...

RAFAEL FABREGAT 

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