28 de agosto de 2015

1866- EL CAMPO DE LOS MIRLOS.

El Imperio Otomano siempre ha sido ampliamente denostado. Los turcos han pasado a la Historia no por sus logros, sino por su piratería y por ser puerta de entrada a lo desconocido, a la inseguridad. Moros en tierra cristiana. Allí nada tiene un precio definido y ningún foráneo sabe lo que valen las cosas, a pesar de lo cual recibe cada año millones de visitantes gracias a lo pintoresco de sus mercados y a los muchos lugares históricos que se pueden visitar. Oriente Medio fue lugar dominado durante siglos por la cultura romana que, unida a la local, dio lugar a ciudades cuyas ruinas nos muestran todo el esplendor de su pasado. Turquía ha sido históricamente la puerta de Asia y el actual Estambul capital y centro de culturas que todavía hoy muestra al visitante su soberbio pasado cultural.


Sin embargo el Campo de los Mirlos está muy lejos de la actual Turquía. Con este nombre se conoce la que fue una Batalla entablada el 15 de Junio de 1389 por el sultán turco Murad I que quería anexionarse la Serbia de Moraba entonces gobernada por el príncipe Lazar Hrebeljanovic. A esta guerra se la denomina también la Batalla de Kosovo, una cruenta confrontación en la que ambos contendientes perdieron su vida. Lazar había reunido a la práctica totalidad de los caballeros de su reino por medio de esta proclama: "Aquel que sea serbio de nacimiento, con sangre de antepasados serbios y no venga a la Batalla de Kosovo, nunca tendrá descendencia. Ni hijos, ni hijas. Nada crecerá donde toquen sus manos, ni vino oscuro ni trigo blanco y será maldito por los siglos de los siglos".


Fruto del honor o de las supersticiones, Lazar reunió un gran contingente para dar cumplida respuesta a los invasores pero los caballos de origen mongol de los otomanos eran mucho más rápidos y resistentes y el éxito se decantó hacia el bando invasor. El resultado de la batalla no fue decisivo pero el golpe psicológico de la joven pero orgullosa nación no había tenido precedentes. Nada quedó de las doradas armaduras de sus príncipes y poco de la moral del pueblo serbio. Retirado el ejército otomano a la muerte del sultán, de momento no hubo expolio ni ocupación del territorio. Temiendo que los otomanos regresaran, todo lo no expoliado o destruido fue escondido en las iglesias ortodoxas diseminadas por el país, recuerdo de los años vividos en paz y esplendor para los serbios. 

El Campo de los Mirlos, a 8 Km. al suroeste de la capital de Kosovo (Pristina) es pues el escenario de la derrota serbia frente a los otomanos. Sin embargo a pesar de ganar la batalla el territorio no sería ocupado por los ganadores hasta siete décadas después. La anexión de llevó a a cabo en 1459. Más de cuatro siglos se mantuvo el poder otomano en tierras serbias, pues no sería hasta 1867 cuando los últimos soldados turcos abandonaron la fortaleza de Belgrado. Sin embargo, a pesar de la derrota, la cultura serbia le otorga al príncipe Lazar un lugar preeminente en la Historia y se refieren a él con el título de zar. La Iglesia Serbia Ortodoxa acabó canonizándole y hasta las iglesias de algunos pueblos llevan el nombre del héroe y santo, cuya festividad se celebra el 28 de Junio. 

El final de este drama es que hace hace algo más de dos décadas, en este mismo lugar, un burócrata comunista (Milosevic) reconvertido al populismo más exacerbado creó con sus discursos la que sería una sucesión de guerras con el resultado de más de un millón de muertos. Era el fin de la antigua Yugoslavia y su división entre croatas, serbios, eslovenos, bosnios, kosovares... Nacía un nacionalismo violento, con una población entremezclada, que provocó violaciones, castraciones y muertes por simples diferencias de opinión o de creencias. Había muy pocos territorios étnicamente puros. La moderna nación yugoslava daba paso al hambre, al miedo, a las venganzas y a la muerte. Los musulmanes bosnios, la raza mayoritaria pero más fragmentada, sufrió miles de muertes por el solo hecho de defender lo que era suyo.

Así son las cosas. A las puertas del siglo XXI y ememorando el Campo de los Mirlos o Batalla de Kosovo, del siglo XIV, los musulmanes eran llamados "turcos" y exterminados sin piedad por los fanáticos nacionalistas. El saqueo y el robo de todo cuanto encontraban era el pago de sus haberes. En 1999 la OTAN invadió Kosovo y estableció un protectorado por más de una década. El último acto de las confrontaciones fue la independencia unilateral de Kosovo. Los serbios se oponen naturalmente a ella, pero ni siquiera el apoyo de Rusia pudo impedirla. Lo inconcebible es que, en pleno siglo XXI, se den en territorio europeo este cúmulo de circunstancias que llevan a tales masacres. La sencilla explicación es que, en su condición de neutrales, las fuerzas de la ONU estaban atadas de pies y manos...

RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario