20 de septiembre de 2015

1891- LA ARMADA INVENCIBLE.

Está claro que aquello de la "Armada Invencible" no hizo honor a la verdad. Allá por el año del Señor de 1.588 y paseando Felipe II por las suntuosas habitaciones del Alcázar-Palacio Real de Madrid, meditabundo por la enorme cantidad de facturas pendientes de pago por las obras del Monasterio del Escorial, decidió un buen día atacar Inglaterra a fin de destronar a su eterna rival Isabel I. No era sin embargo una idea crematística directa, puesto que la intención del rey no era apoderarse de Inglaterra, pero sí eliminar a una rival que apoyaba la piratería a sus envíos del Nuevo Mundo, mermando las finanzas españolas y alguna cosa más. 


Era el momento adecuado. La flota española era muy superior a la inglesa pues Felipe II gobernaba también en Portugal y en los Países Bajos. Procedente de estos lugares y de la flota peninsular situada en Cádiz, se reuniría frente a Inglaterra un número de barcos y hombres de todo punto imparables. Los de Flandes no llegaron a su destino, pero sí una gigantesca tormente de dimensiones pocas veces vistas. 
España era entonces primera potencia mundial tanto en mar como en tierra pero Dios no ayudó, a pesar de que la contienda era tan religiosa como económica y política. Con esta acción Felipe II solo pretendía destronar a Isabel I como represalia por sus políticas anti-españolas de piratería, su apoyo a la Guerra de Flandes y la reciente decapitación de la reina católica María I de Escocia o María Estuardo. 
Como todos sabemos, el desastre fue para España descomunal y debido al resultado de la batalla, lo de la "Armada Invencible" es denominación inglesa, más como chascarrillo que por respeto a la misma. Sin apenas entrar en lucha, la batalla quedó anotada como la mayor victoria de todos los tiempos para Inglaterra, aunque fue la Providencia y no los ingleses quien decantó la victoria a su favor. Por muerte repentina del almirante Álvaro de Bazán, que debía comandar la batalla, le sustituyó el VII duque de Medina-Sidonia Alonso Pérez de Guzmán, un Grande de España pero no marino profesional. Partiendo del puerto de Cádiz y recogiendo a otros barcos en Lisboa y La Coruña, 137 navíos y 27.000 hombres salieron de este último puerto para reunirse en el Canal de la Mancha con los navíos provenientes de los Países Bajos y portadores de los Tercios de Flandes

Sin embargo, como se ha dicho antes, la Providencia convertida en tempestad jugó sus cartas. La flota inglesa, con valor pero sin medios, les salió al paso en el Canal de la Mancha, atacándoles durante dos días pero sin causar daños a Armada Invencible, cuyo objetivo era solamente el de encontrarse con los navíos de los Países Bajos. Eran 70 barcos ingleses los que cercaron a los españoles lanzando tímidos cañonazos a larga distancia. En la refriega los españoles perdieron dos galeones que, ante los 137 que componían la flota no eran decisivos pero empujados por la fuerte tempestad, los barcos españoles subieron hacia el norte bordeando las Islas Británicas y perdiendo gran cantidad de barcos. 


Sin embargo la batalla decisiva estaba por llegar. Anclados en el Puerto de Calais, a la espera de los de Flandes, los ingleses prendieron fuego a ocho brulotes (pequeñas barcas cargadas de pólvora) y los lanzaron contra la flota enemiga. Cundió el pánico entre los españoles que cortaron las amarras propiciando que el viento los empujase hacia el mar del Norte. A la mañana siguiente solo cinco barcos seguían anclados en el puerto, totalmente rodeados por la flota inglesa. Dispersos por el mar de Norte los españoles fueron atacados nuevamente por los ingleses, finalizando la agresión al agotar éstos las municiones. Convencido de que la victoria era perfectamente posible el duque de Medina-Sidonia ordenó que la flota se reagrupara pero, agotados en su lucha contra los elementos, algunos capitanes se negaron a obedecer. 


El almirante mandó ahorcar a los capitanes insubordinados pero ante la respuesta de su segundo comandante, Juan Martínez de Recalde, que también se negó a reagruparse, el duque se vió obligado a reconocer su derrota. Los 70 barcos supervivientes, más derrotados por la tempestad que por los ingleses, retornaron al puerto de Santander bordeando las costas británicas y sin perder ninguna nave más. A su llegada a España Felipe II dijo: "Yo envié a mis naves a luchar contra los hombres, no contra los elementos". En posterior comunicado por carta al duque de Medina-Sidonia, Felipe II escribió: "En lo que Dios hace, no hay que ganar o perder reputación, sino hablar de ello". Con estas palabras el rey reconocía que el resultado no era triunfo inglés ni derrota española.


Los ingleses sufrieron más de 9.000 bajas ajenas también al conflicto, puesto que fueron diezmados por el tifus y la disentería. Por esta causa a la llegada de los barcos ingleses a puerto las celebraciones por la victoria fueron escasas. Millares de hombres de ambos bandos murieron en la lucha, por los naufragios y por las enfermedades, siendo también muchos los disturbios pues, con los dos países en bancarrota, tanto en Inglaterra como en España los sueldos tardaron varios meses en cobrarse. Al año siguiente Isabel I pretendió aprovechar la ventaja obtenida para preparar su propia Armada Invencible pero acabó en fracaso. Curiosamente los 16 años de lucha que siguieron contra los ingleses acabaron con victoria para la Corona Española. 


En 1604, ya fallecidos Felipe II e Isabel I, sus herederos firmaron en Londres un Tratado de Paz que ponía fin a más de 20 años de confrontaciones entre ambos países. Felipe III de España renunciaba a fomentar el nombramiento de ningún rey católico en Inglaterra y a permitir el comercio inglés con las Indias. A cambio Jacobo I de Inglaterra renunció a prestar ayuda a los rebeldes de los Países Bajos, abría el Canal de la Mancha al transporte marítimo español, prohibía a sus súbditos el tráfico de mercancías hacia Holanda y viceversa y prometía suspender las actividades piratas en el océano Atlántico contra los buques españoles. Lo que no logró la Armada Invencible lo consiguió la Diplomacia.

Este mes de Septiembre de 2015 la ciudadanía irladesa ofreció un emotivo homenaje a los españoles que formaron parte de la Armada Invencible. El acto ofrecido por la Grange and Armada Development Association (GADA) grabó mil de cruces en la arena de la Playa de Streedagh como homenaje a los 1.100 fallecidos de las tres naves españolas (Lavia, Juliana y Santa María de la Visión) que fueron hundidas en aquellas costas por la horrorosa tempestad del 25 de Septiembre de 1588. Todavía en Junio del presente año 2015 se hallaron en esta playa restos de "la Juliana" gracias a las tormentas del pasado invierno que levantaron las arenas que habían ocultado el pecio durante más de cuatro siglos.

RAFAEL FABREGAT

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