4 de noviembre de 2015

1929- MAR SABA.

Mar Saba no es mar de agua dulce o salada, ni tampoco tiene nada que ver con la reina que engendró a su hijo Menelik I de Etiopía con el rey Salomón. Sin embargo, eso sí, está ubicado en tierras de Israel, de las que Salomón fuera rey de los judíos. Porque Mar Saba es en realidad un monasterio ortodoxo con vistas al Valle del Cedrón, a 16 Km. de Jerusalén y tierras de Palestina próximas al Mar Muerto, hoy ocupadas por Israel, en las que ramonean cabras y ovejas de pastores beduinos. 

Allí, colgado en la ladera del valle de la región cisjordana, se encuentra este recóndito monasterio fundado por San Sabas de Capadocia (el Santificado), uno de los monasterios habitados más antiguos del planeta. 
Entre sus paredes, unos veinte monjes mantienen vivas tradiciones ancestrales que poco tienen que ver con la modernidad que respiran las actuales religiones. Una de ellas que ninguna mujer puede pisar el complejo principal y solo se permite el acceso a la torre (de las mujeres) junto a la entrada principal. ¿Tan poco se fían de sí mismos?. Pues eso se da a entender... 
En el monasterio se guarda el cuerpo de San Juan Damasceno, discípulo de Sabas y diferentes reliquias del mismo. Las de San Sabas fueron expoliadas por los venecianos de la Cuarta Cruzada (1202-1204) amparados por el papa Inocencio III.

Sabas nació en Mutalaska de Capadocia el año 439, entonces Imperio Bizantino y hoy tierras de la moderna Turquía. 
Provenía de familia griega bien situada. Su padre era comandante del Imperio y obligado a viajar a Alejandría, por lo que vivió al cuidado de unos tíos que no lo estimaban en demasía y que incluso le negaron la educación que correspondía a la categoría social de su familia. 
Con apenas ocho años de edad entró en un convento, destacando prontamente por su ejemplaridad. Años después marchó a Jerusalén para conocer la vida de santidad que se respiraba en aquellas tierras. Con una vida de oración, penitencia y trabajo, se dedicaba en sus ratos libres a la fabricación de canastos que vendía para adquirir alimentos para los ancianos y desvalidos.
Quiso también conocer la vida eremita y vivió cuatro años en el desierto sin hablar con nadie, alimentándose con raíces y lo que buenamente encontraba. Conocida su vida de soledad y penitencia, poco a poco fueron llegando monjes a su encuentro para pedirle que los dirigiera hacia esa santidad que de él emanaba. 

Fundó pequeños monasterios con esta santidad y pobreza por toda la zona del Mar Muerto y ya cumplidos los 50 años fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Jerusalén y nombrado jefe de todos los más de 150 monjes de Tierra Santa. Entre los monjes dirigidos por Sabas hubo varios canonizados, como San Teodoro y San Juan Damasceno. Llegado a oídos de sus parientes la santidad de Sabas, le hicieron llegar la herencia de sus padres y con ella construyó dos hospitales para los enfermos pobres. 
En tres ocasiones viajó a Constantinopla para pedirle al emperador Anastasio que apoyara la causa de Tierra Santa en detrimento de los herejes que luchaban contra ella. En la primera de ellas, al ir vestido como un mendigo la guardia real entregó al emperador la carta que portaba pero no le dejó pasar. Leída la carta preguntó el emperador donde estaba el remitente y fueron a buscarle, encontrándolo orando en un rincón. Díjole que pidiese lo que necesitara y respondió Sabas que nada quería para él, sino que se restableciese la paz en Tierra Santa y que no se molestase al clero. De todos los monasterios fundados por el santo, el más importante fue el de Mar Saba

Varias veces fue destruido por ladrones o invasores pero allí persistió, amparado quizás por fuerzas que van más allá de la razón.
El monje Sabas murió el 5 de Diciembre del año 532, casi a los 94 años de edad. Como se ha dicho antes, su monasterio de Mar Saba es, detrás del de Santa Catalina del monte Sinaí y tal vez de Dair Boulos y Dair Antonios en Egipto, el monasterio habitado más antiguo del mundo.

RAFAEL FABREGAT

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