27 de diciembre de 2015

1970- LA VILLETA.

El pasado 7 de Noviembre hubiera podido ser mi sexta visita al viejo poblado de La Estrella, también llamado La Villeta, pero no pudo ser. Procedentes de Mosqueruela y con las cestas repletas de setas recogidas en la sierra intermedia, mi mujer y yo decidimos darnos un homenaje en el "rostidor de l'Alforí" en Vistabella. Ya con la mitad del camino recorrido, se imponía acortar distancias yendo por el poblado de La Estrella y así lo hicimos, hasta que nos fue imposible seguir. El río Monlleó, a su cruce con el río Majo, nos lo impidieron. Son rieras secas, pero que acumulan mucha agua cuando reciben las lluvias otoñales. 

Hubo que deshacer el camino y comer en Mosqueruela. Nuestro paso por La Villeta sería para otra ocasión, una más, pues ya van seis y no me canso de volver a ella.
La primera vez que visitamos el poblado de La Estrella, más de 20 años atrás, fue a partir de la monumental Virgen que hay junto a la carretera que lleva a Mosqueruela. Unos 12 Km. de camino de tierra, entonces intransitable a consecuencia de unas recientes lluvias otoñales. Parece que el viejo poblado se resiste a la llegada de forasteros, no le gustan las visitas. En un punto del estrecho recorrido y con un profundo barranco a la izquierda del mismo, nos cruzamos con un vehículo que subía. 


El cruce de vehículos parecía de todo punto imposible, pero a aquel señor esto le pasaba todos los días y no se amilanó. Yo paré mi coche con dos ruedas sobre la montaña y él siguió camino con la tranquilidad del que circula por la mejor de las autopistas. 
En el cruce de ese camino con el que lleva a Villafranca del Cid encontramos a Sinforosa con un pequeño rebaño de ovejas. Le preguntamos cuanto faltaba para llegar al poblado de La Estrella y allí, sin más, nos contó toda su vida. Junto a su marido y su hijo, eran los únicos habitantes que quedaban y menos que serían en breve, pues nos contó que su hijo estaba cansado de tanta soledad y estaba a punto de marchar a Villafranca donde ya tenía casa y trabajo. Efectivamente su hijo marchó poco tiempo después de nuestra visita al lugar. 


Como he dicho antes Sinforosa era bastante parlanchina y nos habló de su esposo y contó varias anécdotas del lugar que íbamos a visitar, de la misma manera que nos recalcó que nuestro regreso debía ser forzosamente por el mismo camino puesto que el río Monlleó bajaba muy crecido y el camino a Villafranca estaba cortado por varios desprendimientos.
Desde entonces hemos estado no menos de seis veces y una más que, siendo por la parte de Vistabella y no conociendo el camino, nos equivocamos y llegamos a Villafranca sin pasar por La Estrella. En esa ocasión llevábamos a nuestra hija Ana que estaba interesada en visitar el lugar y ante semejante fracaso convinimos volver el siguiente domingo. 

Una semana después, ya mejor informados, encontramos el camino correcto y en esta ocasión fue Martín quien nos atendió y quien, al ver el interés de nuestra hija en la Historia del lugar, nos mostró la iglesia y la hospedería que habitaban, dándonos cumplida explicación de todos los detalles y pormenores de las diferentes estancias y hechos allí ocurridos. Me resulta difícil, imposible diría yo, explicar el por qué de nuestras reiteradas visitas a lugar tan desolado pero no puedo evitar que, cada vez que voy allí, un halo de misterio y de paz me envuelva. 
Desde luego el caso no es para menos. Son muchas las historias allí sucedidas, no todas para bien, pues el lugar fue en otro tiempo de oscuridades e incertidumbres. 

Tiempos en los que la hospedería acogía embarazadas de la realeza, riadas que mataron a 26 de sus casi 300 habitantes dejándolos a casi todos sin casa, refugio también de maquis tras la Guerra Civil... Ante la estrecha vigilancia que había en las carreteras, por allí pasaban los guerrilleros que viajaban hacia Valencia y pernoctaban en La Estrella. Algunos de sus vecinos fueron acusados de dar cobijo a los rebeldes del franquismo y fueron fusilados. A casa de Martín también fueron miembros de la Guardia Civil disfrazados de guerrilleros para sonsacarle información, pero éste les reconoció y, a pesar del peligro que suponía, se lo echó en cara y ellos callaron... Y allí siguen, con sus recuerdos, sus 24 gatos y sus más de 80 años a cuestas. Todo no fueron desgracias en este bello paraje junto al río Monlleó. 


Aunque parezca raro, dada su extraña ubicación y escasos habitantes, el poblado de La Villeta siempre fue muy conocido. Los numerosos milagros de la Virgen, sus tabernas y el nacimiento del famoso torero Silvino Zafón entre sus paredes, le dieron popularidad y prestigio. El "Niño de La Estrella", triunfaría en la plaza Monumental de Barcelona, ciudad a la que habían emigrado sus padres unos años antes escapando de la miseria de un poblado ya casi abandonado. El famoso torero no murió corneado por los morlacos, como algunas lenguas dirían en su momento, sino por un accidente de moto muy frecuente en aquellos años de 1963, cuando España empezaba a reponerse del hambre de la dura posguerra española.
Los visitantes, agradecidos por las atenciones de Martín y Sinforosa, les preguntan hasta cuando aguantarán allí en lo profundo del barranco Monlleó. 
-  Hasta que duremos -dicen ellos- que no será mucho...

RAFAEL FABREGAT

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