8 de abril de 2016

2061- LOS LOCOS CUERDOS.

Cuando el desequilibrado no sabe que lo está todo es inútil, pues todos son culpables menos él de sus desgracias. Sin embargo hay personas que, a pesar de estar trastornadas, no están lo suficiente como para no darse cuenta de ello y son por tanto conscientes de su incapacidad. Sin duda estos últimos son 'los locos cuerdos'. Con este preámbulo presento un resumen de la vida de Felipe V y del breve reinado de su hijo Luis I (rey de España durante 229 días) y de su mujer Luisa Isabel de Orleans, de nefasto recuerdo.
Al morir Carlos II sin herederos y por cuestiones de complicado parentesco que no vamos ahora a relatar, desde el año 1700 reinaba en España el francés Felipe V, primero de los Borbones. Preso de una melancolía patológica, toda su vida estuvo dominado por quienes le rodeaban y muy especialmente por su mujer Isabel de Farnesio, de armas tomar. 
La debilidad psicológica del rey fue en aumento pero, consciente de ella y en un alarde de fortaleza que contravenía los deseos de la reina consorte, el 10 de Enero de 1724 Felipe V firmó un decreto por el que abdicaba a favor de su hijo Luis, de diecisiete años y casado con Luisa Isabel de Orleans de quince. Los reyes se retiraron a partir de ese momento al Palacio Real de la Granja de San Ildefonso. 

El joven rey Luis I y su esposa visitaron a los reyes en su nueva residencia, no prodigándose estas visitas en demasía debido a la inestabilidad de Luisa Isabel que ya en la primera visita se dedicó a corretear por los jardines del Palacio de la Granja con un camisón totalmente transparente que casi provocó un patatús al melancólico Felipe V. Se dice que la reina consorte Isabel de Farnesio, como si se tratase de un electrodoméstico barato, sentenció resignada: "Hemos hecho una mala adquisición". 
Isabel de Farnesio había estado perfectamente informada del desequilibro de su nuera y se mostró siempre en contra de ese matrimonio, pero así eran las 'cosas de palacio' en aquellos tiempos. Luisa Isabel no había recibido educación alguna y se crió en un convento cercano a París hasta que fue llamada para casarse con el hijo del rey de España. Primeramente retraída, una vez su esposo subió al trono desplegó su extravagante comportamiento. Jugaba desnuda en los jardines de palacio a la vista de los sirvientes, no llevaba ropa interior ni se lavaba y cada día que pasaba aumentaba su afición al vino. En cierta ocasión, también sin ropa interior, se subió a una escalera de mano apoyada en el tronco de un manzano y después requirió a los criados para que le ayudaran a bajar, "mostrando el trasero y todo lo demás", según contaban éstos avergonzados. 

Su conducta inapropiada la llevaba a eructar y a lanzar ventosidades en público sin ningún recato. Se sumó a todo esto el ignorar las necesidades de su joven esposo y rey, por lo que también Luis I fue alejándose de ella. 
El hartazgo del monarca tuvo lugar durante una recepción pública en la que la reina se desnudó y empezó a limpiar los cristales del salón con sus ropas. 
"No hay más remedio -escribía Luis a su padre- tendré que encerrarla".
El encierro, de un par de semanas de duración, parece que hizo recapacitar a Luisa Isabel que pidió perdón a su esposo y mostró mejor conducta a partir de ese momento. Tal fue así que cuando Luis I cayó enfermo de viruela, a mediados de Agosto, Luisa Isabel le prodigó toda clase de atenciones y cuidados sin apartarse de su lado los 10 días que duró su agonía y hasta el momento de su muerte acaecida el 31 de Agosto de 1724, con 17 años de edad, tras siete meses de reinado y sin dejar herederos. De hecho también Luisa Isabel contrajo la viruela pero, menos agresiva, se recuperó unos días después. La desgracia devolvió a Felipe V la Corona y a Isabel de Farnesio las riendas del Imperio, concluyendo que en la Corte no había lugar para más desequilibrados.

Luisa Isabel de Orleans fue enviada de vuelta a Francia con una exigua pensión y residencia en el Palacio de Luxenburgo pero, enterada la reina consorte que la joven había retornado a su vida disoluta, le retiró la pensión y el palacio, habiendo de pedir asilo en el convento donde había pasado su infancia. Con 33 años de edad falleció en París, el 16 de Junio de 1742. Por contra Felipe V le sobrevivió como suegro y como rey pues, aunque en realidad era la reina quien gobernaba, se mantuvo en el trono hasta su muerte acaecida el 9 de Julio de 1746. 
A los ocho días de su entierro, el nuevo rey Fernando VI, hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya, ordenó a su madrastra Isabel de Farnesio y a sus hijos que abandonaran el Palacio del Retiro. Desterrada de Madrid pasó el resto de su vida en La Granja de San Ildefonso. A su muerte fue enterrada allí mismo, junto a su esposo Felipe V, que también había pedido ser enterrado en el Palacio de La Granja y no en la cripta del Escorial como sus antecesores de la Casa de Austria.

RAFAEL FABREGAT

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