30 de mayo de 2016

2105- ESTAR COMO UNA CABRA.

Es una frase que nos suena a todos, pero los hay que no se conforman con que lo de "estar como una cabra" sea solo una frase. El inglés Thomas Thwaites tenía el sueño de ser una cabra y, con esa ilusión en mente, estuvo más de un año diseñando lo que serían sus patas delanteras a fin de cumplir su sueño y poder caminar como si fuera una cabra más del rebaño. 

Ya como guinda del pastel y para que el experimento no repercutiera en su maltrecha salud (mental), incluso se fabricó un estómago artificial (?) que le permitiera mezclar la comida normal con la hierba fresca y las florecitas de la verde pradera sin que le provocaran acidez y reflujo. Terminados todos sus experimentos la cabra (perdón, quería decir Thomas) se trasladó a Suiza puesto que, por lo visto, en Inglaterra no debe haber cabras. Los prados del Valle de Hérens, emplazados en los propios alpes suizos permitieron a nuestro ¿héroe? retozar con sus amados congéneres.

En principio todas las cabras lo aceptaron, pensando quizás que se trataba de una cabra extraterrestre. Incluso le seguían como si fuera el líder de la manada, pero debieron pensar que con bicho tan repelente había poco futuro sexual y lo dejaron que fuera por el monte a su aire.
- Vaya cabra de mierda -pensarían sin duda los machos.
Y a partir de ese momento pasaron olímpicamente de Thomas, tratándolo como simple piedra en el camino. ¡Qué desilusión para nuestro protagonista! ¡Tanto esfuerzo, para nada...!

Después su comportamiento cambió, pero la experiencia no fue de su agrado.
- He sufrido mucho -contaba Thomas- Más que nada por tener que comer hierba y por la pendiente del terreno...
Pero, ¡por el amor de Diós!. ¿Quien le mandaba meterse a cabra?. Para colmo de males Thomas pronto comprendió que en el rebaño había una especie de jerarquía que pronto le dieron a entender a base de empujones y trompazos.
- No, no voy a repetir la experiencia... 
Parece ser que el lugar que le daban dentro de la manada no era justamente el de líder y hubo de ponerse un delantal en la parte trasera para evitar males mayores...

Desengañado y confundido, todavía doliéndose de los trompazos, Thomas ha regalado el novedoso traje de cabra y el armazón de diseño tan exclusivo, al museo contemporáneo local. 
- ¿Donde hemos de poner ese trasto? -preguntó el director del museo cuando vio el aparato. Pero con más lástima que interés le buscaron un rincón que había quedado medio vacío, junto a una calavera modernista. Ahora el traje de cabra de Thomas es una pieza fundamental del museo. Se trata de que los visitantes adivinen para qué demonios sirve semejante artilugio. ¡Ay Señor, cuanta gente alimenta la harina...!

RAFAEL FABREGAT

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