2 de septiembre de 2017

2482- PUERTO RICO, BOTÍN DE GUERRA.

Gobierno provincial de Puerto Rico en 1898.
Según reza el artículo 1º de la Constitución Española de 1876, todos los nacidos en territorio español eran españoles y por lo tanto españoles eran todos los portorriqueños nacidos en fecha anterior al año 1898, fecha en la que Estados Unidos le declaró la guerra a España con el único objeto de robarle sus territorios de ultramar. No había confrontación de ninguna índole entre ambos países, pero EEUU la provocó unilateralmente para su propio beneficio y los españoles pasaron a ser foráneos en su propia casa. Para nada se distinguía en qué lugar del mundo naciera una persona. Siendo territorio español el recién nacido era español hasta el final de sus días, si así deseaba serlo. A diferencia de Cuba, Puerto Rico nunca reclamó a España su independencia. Se mantuvo fiel a la Madre Patria hasta la fecha en que Estados Unidos impuso su cesión como botín de guerra. Buena parte de los españoles portorriqueños solicitaron a las autoridades norteamericanas el poder mantener su nacionalidad española, pero la petición les fue denegada. "Los Estados Unidos de Norteamérica se niegan a reconocer a los habitantes de los países cedidos y renunciados por España el derecho a optar por la ciudadanía de la que hasta ahora gozaron". 


En 1898 las gentes de Puerto Rico quedaron sin nacionalidad.
Este derecho, uno de los más sagrados de la condición humana, fue constantemente respetado desde que el hombre se emancipó de la servidumbre de la tierra, haciéndose constar en todos los Tratados celebrados en el mundo moderno, a excepción del Tratado de París de 1898 en el que los Estados Unidos impusieron sus condiciones. El gobierno autonómico de Puerto Rico fue excluido de estas negociaciones y ni siquiera fue consultado. De acuerdo con el artículo noveno de dicho Tratado, solo los nacidos en la España peninsular podrían conservar su nacionalidad española, obviando incluso a aquellos nacidos en Baleares y Canarias. Sobre los puertorriqueños se estableció que su condición política se establecería en el Congreso norteamericano. Lo lógico hubiera sido que cada uno de los habitantes de las tierras conquistadas eligiera la nacionalidad pero no fue así con respecto a las gentes de Puerto Rico que quedaron como tribu incivilizada, como ya hicieran los norteamericanos en su día con las gentes de Alaska. 


Nelson A. Miles, jefe de la invasión estadounidense.
Como comandante en jefe de las tropas estadounidenses, el general Nelson A. Miles entró victoriosos en la isla de Puerto Ruico, pero no sería hasta 1917 cuando los EEUU decidieron darles a los portorriqueños la nacionalidad estadounidense. Aunque los medios de comunicación de la época, presionados por los norteamericanos, no informaron a la gente de que la podían rechazar, unos 300 portorriqueños no aceptaron la nacionalidad estadounidense. No perdieron gran cosa, puesto que la nacionalidad que se ofrecía era de tercera categoría, puesto que no permitía votar congresistas y mucho menos al presidente de los EEUU. Ante los graves problemas que ya tenía en el territorio peninsular, el gobierno español tampoco asumió su deber en defensa de los siempre fieles portorriqueños. Tampoco ellos la pidieron, como sí hicieron musulmanes y sefarditas expulsados del territorio español cinco siglos atrás. No podemos olvidar que aquellos portorriqueños y sus descendientes, a quienes se les arrancó su nacionalidad española en 1898, tienen unos derechos a los que jurídicamente podrán optar siempre. Sería sin duda un acto de justicia histórica.

RAFAEL FABREGAT

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