19 de noviembre de 2017

2533- INTERÉS POR LA HISTORIA.

No tengo estudios. Aún siendo un muchacho destacado en todo cuanto me ponían por delante, en mi casa no sobraba el dinero y si sobraba mi padre y mi madrastra nunca tuvieron interés alguno en darme estudio alguno que excediera de la Enseñanza General Básica, entonces llamada Estudios Primarios. Teniendo en cuenta la enseñanza que se recibía en España en la década de 1950 y primera mitad de la de 1960, tomé la Primera Comunión siendo el primero de mi promoción y abandoné la Enseñanza Primaria siendo el primero de mi clase. No sería una lumbrera, pero tampoco era tonto. Atendiendo mis súplicas, mis padres me permitieron asistir a las clases de "repaso" que impartía uno de mis últimos maestros y allí acabé aprendiendo a leer y escribir correctamente, así como todo lo que quisieron enseñarme sobre matemáticas. Eso fue todo mientras, otros con menores notas, seguían estudiando y con un Bachillerato Elemental entraban a trabajar en bancos y alcaldías.


Mis casi setenta años de vida me han enseñado el resto. En primer lugar que el mundo está lleno de cabrones que, sin saber hacer la O con un canuto quieren escalar y escalan los primeros puestos del escalafón de la vida. A escala de un pequeño pueblo de menos de 3.000 habitantes significa lamer toda clase de culos, limpios o sucios, a fin de poder codearse con la élite local y disfrutar de las mejores prebendas y beneficios. El primer culo a lamer tenía que ser el del cura local, el del comandante de puesto de la Guardia Civil, el del alcalde de turno y el de los maestros de escuela, empezando por su Director. Así eran las cosas en las primeras décadas de posguerra y las cosas han cambiado pero no tanto como uno podría imaginar. Cincuenta-sesenta años después, alguno de aquellos lameculos ya se han muerto pero quedan sus hijos, con la misma praxis y ahora, que tan abandonada está la iglesia, hay comunistas que lamen los bajos del cura por delante y por detrás.


Todo lo anterior para decir que, desde siempre, la asignatura que más me ha gustado siempre es la de Historia. ¡Tan entretenida, tan amena e interesante...! Pero ¡ay! amigos... He necesitado toda una vida, ahí se ve mi mediocridad, para saber que justamente la Historia es lo que jamás debe suscitar nuestro interés, habida cuenta de que todo lo que nos cuenta es una burda patraña. Escritores, casi siempre por encargo, nos cuentan mil y una superchería de nula credibilidad. Gente que, como he dicho al principio, no saben hacer la O con un canuto se agarran a lo ya escrito mil veces por los demás, a lo que en cada momento interesa decir, a la sombra del árbol frondoso y al sol que más calienta. No hay que perder el tiempo, puesto que hasta el árbol más frondoso acaba marchitándose y hay que aprovechar el momento, así es la Historia real. 


Un cúmulo de mentiras o, peor aún, de medias verdades que, cual bola de nieve, hace más grande y redonda la historia que no lo es.
¿Estudiar Historia?. ¿Para qué?. Para amplificar más todavía las mentiras de los demás. No hay ningún libro de Historia que cuente exactamente la verdad. Así pues, ¿para qué sirve el estudio de la Historia?. ¿Para hacerse políticos y que te aplaudan solamente los que son como tu?. No vale la pena. 
La vida es muy corta y para ganarse el sustento cualquier trabajo es bueno, especialmente si te gusta lo que haces. 
Mi padre siempre decía lo mismo... ¡Cuanto hay que trabajar, para no hacer nada!. Claro que, si te gusta el trabajo de joder a los demás, está claro que la política es el mejor camino. Cuanto más hijo de puta eres, mayores éxitos y más rápidos. ¡Y no hay que agachar la espalda, que es lo que también interesa a alguno de esos cabrones!. En fin, de todo tiene que haber. Al fin y al cabo todos somos necesarios para que la vida exista, tal y como la conocemos. Curiosamente, esos que yo (y algunos otros) llamamos hijos de puta, tienen muchos más seguidores que la buena gente. Como todo el mundo sabe a la buena gente les llamamos tontos, así que, ¡Allá cada cual con su vida...!


Esta entrada de hoy al Blog no pretende otra cosa que la de hacer reflexionar a más de cuatro que todavía no han dado con la horma de su zapato. A estas alturas de la vida, la mayoría de la gente y especialmente los golfos que nos gobiernan o pretenden gobernarnos, saben perfectamente que la Historia no sirve para nada. Especialmente los cabronazos que no temen a nada ni a nadie. En la Historia que nos cuentan hay tres fases: inventores, lectores y protagonistas, que poco o nada tienen que ver entre sí. El inventor, al que de forma rimbombante llaman escritor e incluso historiador, escribe lo que sabe, lo que le cuentan y su quincalla personal, para adornar el relato y llevarlo al terreno que políticamente le interesa. En esa historia, en la que apenas se vislumbra un mínimo de realidad, aparecen los protagonistas de la misma, casi siempre héroes legendarios que con sus peripecias hacen las delicias del lector. Este último, el que tiene la paciencia de dedicar su tiempo a leer toda la hojarasca metida en la historia y sus personajes, es la piedra angular, el que debe discernir cuanto hay de verdad en lo que se le cuenta, que desgraciadamente suele ser bien poco...

RAFAEL FABREGAT

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