2 de febrero de 2018

2559- LA FELICIDAD ES POSIBLE.

No es nada nuevo. Hace mucho tiempo que sabemos que la felicidad está en las pequeñas, o no tan pequeñas, cosas. Ante todo es una actitud, la de valorar lo que tenemos. Demasiada gente solo valora determinado bienestar cuando lo pierde. ¿Por qué actuamos de esta manera?. Cuando tenemos salud es cuando deberíamos valorarla y no cuando ya hemos hecho tarde. Hay gente que así lo hace y por supuesto son los únicos que, dentro de lo que cabe, son felices. Otra cosa a tener en cuenta es que la felicidad está en nuestra casa... Hacer el amor con tu pareja, echarse en el sofá a leer el último libro que adquiriste o viendo algún programa de TV de tu interés, levantarse a la hora que te apetece o tomar un baño de espuma... La máxima felicidad está siempre en "el nido", en la casa de uno mismo. 


Allí das rienda suelta a tus deseos y apetencias, allí están tu pareja, tus hijos, tu perro (si lo tienes), allí están recogidos y ordenados tus mejores recuerdos. El calor del hogar y el confort que cada cual ha podido acumular, están en nuestra casa. La salida, con o sin amigos, es otro tema que también puede darnos y nos da ese punto de inflexión, ese pequeño y agradable cambio momentáneo en nuestras vidas. Qué duda cabe que las relaciones sociales son importantes y sumamente agradables, pero lo son más si cabe cuando llegas al final de la cita. Tras una cena o fiesta con amigos y conocidos es, cuando llegas a casa, cuando realmente reconoces ese disfrute y, si se tercia, pretendes prolongarlo con una última copa, con un café o incluso haciendo el amor. Es allí, ya en tu casa, donde alcanzas la felicidad al recordar los mejores momentos vividos.


Por mucho que uno intente evitarlo, la vida actual es estresante y el calor del hogar es el escudo que nos permite liberarnos de esa agresividad natural que tiene el trabajo y nuestras propias ambiciones. Si en algún lugar podemos desconectar y disfrutar de momentos felices es justamente allí, en nuestra propia casa. De todas formas cada persona es diferente y mientras unos aprovechan un día festivo para relajarse, otros más activos necesitan dinamismo constante. Mucha gente está atada a ciertas actividades, deportivas o de cualquier otra índole, que le son necesarias para su disfrute o simplemente para considerarse realizado. No pasa nada, hay tiempo para todo. Pero tengamos presente que, al final de todo ello, el acento viene a ponerse siempre en el calor del hogar. Allí está siempre el punto y final al mejor, o al peor, día que uno haya podido tener.


Mucha gente se obliga a sí misma a responder de forma continua a lo que los demás esperan de ellos, en cuyo caso no tienen tiempo para ese relajamiento tan necesario para alcanzar la felicidad. De todas formas, aún actuando de esa forma, el hogar se convierte igualmente en el anhelado refugio, en la necesaria vía de escape. La sociedad actual nos "obliga" a dedicar parte de ese ocio a actividades culturales o deportivas, que nos permitan la relación con los demás. El equilibrio racional de todo ello es el arma que siempre debemos tener a nuestro alcance. Bien está tener tiempo para todo y para todos, pero nunca debemos olvidar el que debemos dedicarnos a nosotros mismos. Estamos en un entorno al que todos queremos pertenecer, pero sin descuidar lo que verdaderamente nos puede hacer feliz.


Lo primero es saber cuidarse, hacer lo que realmente te gusta y hacer feliz a quienes tienes a tu lado. No se puede ser feliz de forma aislada. Cerrarse dentro del cascarón no es nunca la solución y conocerte a ti mismo y a los demás te ayudará a vivir mejor. Para ser feliz debes intentar que quienes tienes cerca también lo sean. Una vida de hiperactividad no es la forma de ser feliz, sino un intento de huida de ti mismo, lo que ahora se llama una huida hacia adelante. Hacer feliz a quienes tienes a tu alrededor no es tener un millón de amigos, sino saber distinguir a quienes realmente te aprecian y dedicarles ese tiempo que tienes destinado para eso. No olvides que tu mejor amigo no es quien más te adula, sino aquel con el que puedes contar si te es necesaria su presencia. Por último decir que, en todos los casos y sin perjudicar a nadie, haz aquello que te guste.

RAFAEL FABREGAT

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